Trabajadorxs de la ciencia contra el ajuste

Con motivo del Día del/a Trabajador/a y evocando a todxs aquellxs que resisten los ajustes actuales, reivindicamos a lxs científicxs que alzan su voz y ganan las calles movilizadxs por las condiciones de la política científica desde que comenzó la gestión del actual gobierno nacional.

En esta ocasión, entrevistamos a Hernán Palermo, Doctor en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, docente e investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET) y a Fernando Aiziczon, Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba, docente e investigador del CONICET.

Sabemos que investigar es un trabajo y en este 1º de Mayo reflexionamos acerca de la lucha de lxs científicxs desde la realidad local y nacional y proponemos sumar a la discusión de un proyecto de ciencia, de universidad y de país.

-¿Cuál es la situación actual de la ciencia y de lxs científicxs, en tanto trabajadorxs?

Hernán Palermo: –La situación de la ciencia y la tecnología hoy es crítica. Estamos viviendo un ajuste desde que asumió el actual gobierno en todos los organismos de ciencia y tecnología. En cada organismo el ajuste tiene expresiones y consecuencias diversas. Por ejemplo en el INTI, un organismo técnico científico que tiene un impacto directo en la vida cotidiana de todxs lxs argentinxs el ajuste tiene un número: 258 despidos de trabajadores y trabajadoras. En el SENASA un organismo técnico-científico, el ajuste cuenta con 213 despidos.  En CONICET el ajuste no se hizo esperar y se expresa en el recorte abrupto de ingresos a la Carrera del Investigador (CIC) que pasó de 900 ingresos a 300 en 2018, más 150 ingresos para 2018 que aún no hay claridad cuál será el criterio a utilizar. Por otra parte, el ajuste tiene expresión en el desfinanciamiento de proyectos, recorte salarial, etc.  Este proceso de ajuste en los organismos de CyT resulta ser un golpe de knockout (usando la jerga del boxeo) a un proyecto de país soberano e independiente política y económicamente.  Sin ciencia y tecnología no hay soberanía posible de construir.

Fernando Aiziczon: -La situación de la ciencia en Argentina actualmente es muy crítica. Puesta en números, el Presupuesto 2018 para el Ministerio de Ciencia y Técnica indica un aumento del 4,7% respecto de los fondos ejecutados el año pasado, pero no se ajusta a la inflación que, tomando proyecciones moderadas, se estima arriba del 15,7%, por lo que la baja presupuestaria ronda el 10,5% e impacta en todo el funcionamiento del sistema. En ámbitos como el CONICET la convocatoria de este año para la Carrera de Investigador contempla 450 vacantes, pero 150 de los cupos serían reservados para universidades y “otros organismos” que quieran presentar postulantes. Esto que aún desconocemos cómo se implementará resulta inédito: los dos llamados se harán con convocatorias “diferidas en el tiempo” y “no excluyentes”; en otras palabras, el concurso habitual para ingreso a la carrera de investigador en 2018 será de 300 vacantes, un 50 por ciento menor a la del año pasado, y aún no conocemos el detalle de cómo y cuándo se convocará a las otras 150 vacantes. Si se toma como referencia el plan Argentina 2020, discontinuado por el gobierno de Mauricio Macri, este año deberíamos contar con aproximadamente 1100 ingresos a la carrera de investigador del Conicet, por lo que las 300 vacantes actuales representan un ajuste de casi el 70 %. Junto a esto, sectores como el INTI, INTA, Senasa vienen sufriendo tremendas persecuciones sindicales y despidos.

-A lo largo del tiempo ha habido distintos modos de hacer ciencia y de concebirlo como un trabajo ¿cómo fue variando esta consideración?

HP: –En particular para lo que es el área de actuación del CONICET, organismo que en la última década, (sobre todo en la Gestión del Dr. Roberto Salvarezza como presidente), se pensó como la columna vertebral del sistema de ciencia, se está produciendo un punto de inflexión donde comienza a producirse el proceso conocido como “fuga de cerebros”, sobre todo en las áreas de ciencias exactas y un fenómeno que comienza a asomar que es la desestimación de la carrera científica como alternativa laboral: si no hay continuidad laboral, ¿para qué elegir una carrera que implica mucho esfuerzo, trabajo y vocación pero que conlleva una gran incertidumbre frente a una ausencia de proyecto científico y tecnología más allá del ajuste?

FA: -“Hacer ciencia” no puede pensarse muy distinto a “hacer pan” o cualquier otra actividad laboral donde además se es parte de una producción mayor que no escapa al mercado capitalista y por tanto a la producción de mercancías. ¿Y por qué estamos una y otra vez discutiendo esto? Personalmente recuerdo las discusiones y luchas que hace más de diez años dieron lxs becarixs porque se les reconozca algo tan elemental como las licencias, el derecho a una agremiación, obra social, etc. La condición inicial misma de un becarix, escalón primario de acceso al sistema científico, es la de un “beneficiado” con un “estipendio” temporal que de ningún modo le asegura estabilidad a futuro. Creo que puede pensarse a esta situación como condicionante para su futura identidad laboral, porque de acceder a un trabajo estable, el de investigador/a de carrera por ejemplo, se adquiere más una identidad vinculada a lo meritocrático (se concluyó un doctorado en tiempo y forma, se publicó en revistas importantes, se ingresó en competencia con otros que quedan afuera, etc.) que a una trayectoria laboral desgastante que comienza con la precarización. Ese “olvido” después se naturaliza, se replica jerárquicamente puertas adentro, es parte de un proceso histórico de constitución del trabajador científico, y está en la base de las discusiones que emergen en los carteles que en las protestas dicen “investigar es trabajar”, ¡¿pero quién puede dudar que investigar es un trabajo?!, en principio, dudan lxs propixs investigadorxs. Esto se entiende mejor en un contexto donde peligran fuentes laborales, y por eso se extreman los miedos y se agigantan esos discursos que hablan del deber ser del científicx, y entonces se apela a lo que se tiene a mano para defender de modo desesperado la “utilidad” social de lo que hacemos, todo muy confuso y triste porque no es necesario si se parte de que estamos hablando de simples trabajadorxs defendiendo su fuente de ingresos.

Haciendo un repaso histórico ¿Por qué lxs científicxs son negad@s y/o subestimadxs como «trabajadorxs»?

HP: – Al científico y a la científica les cuesta reconocerse como trabajadorxs. Particularmente por ser una profesión con un anclaje profundamente liberal y meritocrático. Reconocerse como trabajador/ra es reconocerse como un colectivo mucho más amplio que el laboratorio o la oficina donde uno trabaja. Pero esto ha ido cambiando, sobre todo a partir del finales de 2015. En el año 2015 durante el ballotage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli, el sector científico y universitario se constituyó como un actor emergente en la política nacional argentina a través de una estrategia novedosa: las ferias en las estaciones de trenes en Buenos Aires, donde se interpeló a la sociedad y se alertó acerca de las consecuencias económicas, sociales y políticas de la propuesta de la alianza Cambiemos. Este hecho fue el emergente de un actor político conformado por Investigadorxs, becarixs y universitarixs de distintas generaciones que hallaron un lugar de expresión política. Con un anclaje sectorial, este movimiento se constituyó como una voz amplificadora en un doble sentido: resistir el ajuste en el sector y trasmitir a la sociedad sobre los efectos regresivos del modelo económico y social de ajuste estructural. El 2016 fue la consolidación del actor emergente que había nacido en “las estaciones de trenes” a partir de una doble estrategia de resistencia y construcción del movimiento. La estrategia de resistencia frente al ajuste del sector tuvo tres momentos destacados. El primero fue en ocasión de la disputa por el presupuesto nacional enviado por el Ejecutivo, donde se hacía evidente el ajuste en el área. Este conflicto se cristalizó el 27 de octubre en una de las movilizaciones más importantes del sector de ciencia y universidad, realizada en articulación con el conjunto de las organizaciones gremiales y políticas frente al Congreso de la Nación. Asimismo, se elaboró una estrategia frente a lxs diputadxs de todas las fuerzas políticas. El segundo momento de la resistencia fue en diciembre, cuando se produjo el recorte en los ingresos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONICET que derivó en la toma del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT).

En cuanto a la estrategia de construcción del movimiento, los días 2 y 3 de Julio se realizó el I Encuentro de Ciencia y Universidad en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), congregando más de mil investigadorxs para discutir un proyecto de ciencia, universidad y de país. La pregunta que transitaba en todas las discusiones era ¿Qué ciencia, para que país? En esa ocasión se construyó una mirada colectiva respecto los fundamentos de la ciencia y la universidad con una impronta nacional, popular y soberana. En 2017 se articula a nivel federal todos los espacios organizados de ciencia del país, conformándose el Frente Federal de Ciencia y Universidad, cuyo lanzamiento se realizó en el II Encuentro Nacional de Ciencia y Universidad en la Universidad Nacional de Quilmes.

En el marco de este proceso de construcción política como trabajador@s de la ciencia, estamos en medio de un proceso novedoso de constitución identitaria donde los debates y las discusiones son constantes y donde la pregunta de “Qué Ciencia para qué país” sigue siendo el interrogante principal.

FA: -La ciencia y lxs científicxs, ni en la actualidad ni mucho antes estuvimos al margen de la producción de valor, ya sea creando innovaciones tecnológicas con fines productivos o también, aunque en menor medida, siendo parte del mercado editorial de revistas científicas y libros. Ver ahora acentuada esa tendencia porque se acentuó el ajuste (que muchos economistas datan en el año 2011 con el inicio del estancamiento y la caída de los precios de los commodities) es no comprender otra aparente paradoja: la continuidad de Lino Barañao, célebre entre otras cosas por justificar el uso de glifosato, al frente del Ministerio de Ciencia y Técnica. Muchxs creen que el problema es el neoliberalismo, pero, ¿es entonces el liberalismo la condición ideal para la ciencia?, no parece. Lo que sí es evidente -y no reparamos en ello- es que el capitalismo se convirtió hace décadas en el sistema social hegemónico a nivel mundial, que el mercado mundial abarca por primera vez a todo el planeta y, a través de esta expansión, la ley del valor determina la política económica de todos los países, incluido el nuestro. Eso es el ajuste. ¿Cómo es posible pensarnos como científicxs sociales por fuera de esta realidad?

-Quienes trabajan en el campo de la ciencia desempeñan diferentes roles, como productorxs de conocimiento científico y desde la docencia. ¿Consideras que éstos roles son valorados actualmente?

HP: –Creo que partir del lugar de importancia que adquirió la ciencia como proceso de construcción de soberanía durante en el Gobierno anterior, el trabajador y la trabajadora de ciencia comenzó a ocupar un lugar de mayor reconocimiento simbólico en términos sociales. Asimismo, ciertos procesos de popularización de la ciencia acercaron el quehacer de los científicos y las científicas en cierta forma a sectores amplios de la sociedad argentina: Tecnópolis significa el mejor ejemplo de esta popularización, una gran feria de ciencia y tecnología donde semana tras semana circulaban miles y miles de personas.

FA:  -Como colectivo específico de trabajadorxs tenemos una lucha enorme y a dos bandas, que con mucho esfuerzo y discusión ha comenzado: 1) contra el ajuste presupuestario que no sólo significa peores condiciones laborales sino que, fundamentalmente, incluye despidos en curso, y 2) contra nuestras propias construcciones identitarias en cuanto nos pensamos como “científicxs” por fuera de las leyes del mercado: pero no, tenemos que insistir en que no somos una élite aséptica ni apolítica, ni tampoco (y a pesar de sufrir una campaña de desprestigio a cargo de trolls) somos un sector más negado que otros si nos detenemos a pensar en la existencia de trabajo esclavo en nuestro propio país. Quiero decir que somos trabajadorxs en lucha por nuestras condiciones laborales y en cuanto tales debemos confluir con nuestra clase; y entonces sí, podemos poner en discusión para qué defendemos el conocimiento científico que, como muchos colegas entendemos, puede -si se lucha por ello- tornarse herramienta de emancipación social, siempre y cuando, avancemos en reconocernos como parte de lxs trabajadorxs y al mismo tiempo nos despojemos de los trastos que idealizan nuestra posición. En estas circunstancias podremos conmemorar y actuar en función de esa enorme lucha que representa el 1º de Mayo.

Por María Eugenia Lunad Rocha (Área de Comunicación del Museo de Antropología. UNC).

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