Construir el cielo

La astronomía cultural estudia cómo las sociedades construyen conocimientos y prácticas sobre el espacio celeste y sus fenómenos. Desde este punto de vista, la manera en que un grupo humano “ordena” el cielo  se relaciona con los modos en que ese grupo humano se organiza como sociedad. El investigador Alejandro López, astrónomo y antropólogo, brindó una charla en el Museo de Antropologías y un curso de Posgrado sobre este tema.

Para diversas sociedades sudamericanas, las manchas oscuras que se distinguen en la Vía Láctea constituyen importantes rasgos del cielo. Muchos grupos chaqueños, como los moqoit y los qom, ven allí un enorme ñandú celestial, al que dan gran importancia en sus  relatos.

Es difícil pensar el cielo como una construcción social pero eso es exactamente lo que propone la astronomía cultural, disciplina que reúne un amplio conjunto de estudios que incluye, entre otros, a la arqueoastronomía y la etnoastronomía.

“Por lo general, se usan los relatos míticos de otras culturas como ilustraciones curiosas de ‘locuras en que pensaba la gente’. Pero ver esos relatos en mayor profundidad, entender su estructura y su razón de ser nos permite apreciar la forma en que se articularon y articulan nuestras formas de conocer. Una mirada más antropológica de la historia de la astronomía académica nos permite también ser más conscientes de su carácter de producto histórico sin experimentarlo como una amenaza a su valor como conocimiento científico”, explicó Alejandro López, investigador de CONICET.

López señaló que la astronomía cultural es una astronomía antropológica que por sus  características requiere indefectiblemente del trabajo interdisciplinario de astrónomos, antropólogos, arqueólogos, historiadores, arquitectos, sociólogos, entre otros. Ese carácter interdisciplinario plantea uno de sus mayores desafíos y, simultáneamente, abre una de sus mayores potencialidades.

 “Todo lo que hacemos, lo hacemos como los seres sociales que somos. Eso es especialmente cierto para la construcción de sistemas de conocimiento que son significativos para un conjunto importante de personas dentro de una sociedad, y que requieren el trabajo colectivo de grupos humanos, como son los fenómenos celestes”, puntualizó el investigador.

López señaló que el objeto de estudio de la astronomía cultural son las relaciones de diversos grupos sociales con el cosmos, que se manifiestan en la arquitectura, los mitos y las prácticas cotidianas. “Se trata de hechos sociales y una importante consecuencia de estudiarlos es que la metodología de la astronomía cultural debe nutrirse de la metodología de las ciencias sociales. Y ello implica que, para ser significativa, debe tener en cuenta los grandes debates de esas ciencias”.

Mirar el cielo

Durante el mes de julio, López brindó el curso de Posgrado “Una Antropología del Cielo: introducción a la astronomía cultural”, en el marco de la Maestría en Antropología de la FFyH, y también una charla en el Museo de Antropologías, que se denominó “Cielos en construcción. Experiencias humanas en el cosmos”. Allí comenzó con la pregunta: “¿Cómo es que nos construimos un cielo?”.

La respuesta fue directa: “Construimos para darle sentido a lo que percibimos. El cielo es parte nuestra y construimos un orden del cielo que se relaciona con nuestro orden humano. De este modo, el orden humano organiza nuestra idea de orden celeste, y el orden celeste justifica el orden humano. Pero las sociedades humanas naturalizamos nuestra experiencia del cielo y dejamos de percibir su carácter de construcción social”.

En este sentido, en el siglo XX se puso en debate hasta qué punto y en qué formas el conocimiento humano se relaciona con la estructura y la dinámica de las sociedades que lo producen. De este modo, y teniendo en cuenta el contexto sociocultural, se comenzó a pensar sistemáticamente en cuestiones que van desde los temas estudiados a los criterios de verdad, pasando por las diversas formas en que el conocimiento se organiza y clasifica.

“Este debate tardó en llegar al campo de ciencias como la astronomía, la física o la matemática, consideradas habitualmente disciplinas generadoras de un conocimiento que sería completamente independiente de quienes lo crean, a pesar de que ya los antiguos griegos reflexionaron sobre los vínculos entre las sociedades egipcia y babilónica y el saber astronómico que elaboraron”, explicó López.

El cielo de los mocovíes

En América se han realizado numerosos estudios de astronomía cultural, históricamente  concentrados en unas pocas zonas geográficas, en especial Mesoamérica, el área andina y el sur de los Estados Unidos.

En Sudamérica, hasta fines de los años ´90, los estudios  no se habían caracterizado por su continuidad y sistematicidad, sobre todo para los grupos de cazadores-recolectores, acerca de los cuales además la mayor cantidad de investigaciones correspondían a la cuenca amazónica.

En el caso de Argentina, fue precursor de la sistematización de estos estudios un grupo de investigación de la Universidad de La Plata, del cual López fue parte, que se propuso estudiar la astronomía de los pueblos chaqueños mediante el análisis de concepciones astronómicas de comunidades moqoit del suroeste del Chaco, sus variantes y sus procesos construcción y cambio.

Estos estudios continúan hasta el presente con un conjunto de equipos funcionando en la Universidad de La Plata, la Universidad de Buenos Aires (coordinado por López) y la Universidad Católica Argentina.

El grupo en el que López se ha especializado, los Moqoit, fue –hasta su sedentarización forzada con la ocupación militar del Chaco a fines del siglo XIX- cazador y recolector y estuvo sujeto a desplazamientos estacionales. A partir de dicha experiencia, para este grupo, la idea del camino se vincula primariamente con las sendas que se internan en el monte desde los lugares que habitan los humanos y los conducen a los espacios donde se obtienen los recursos.

“Los ámbitos que deben recorrerse y los bienes que contienen se encuentran bajo el dominio de seres poderosos llamados dueños, con quienes entienden que se debe pactar con el fin de acceder a los recursos necesarios para la supervivencia. El cielo fue tradicionalmente pensado como una región del cosmos especialmente rica en recursos. Por esto, para los Moqoit, relacionarse con el espacio celeste es relacionarse con las entidades que habitan ese espacio”.

“Estas sendas, o ‘nayic’, jalonadas por encuentros con los poderosos dueños de los bienes, se fueron configurando como la metáfora o modelo de un recorrido que lleva de lo conocido a lo desconocido, que es utilizada para organizar la experiencia moqoit del espacio celeste”, contó López.

Y agrega que esta misma estructura es usada por los moqoit para elaborar la propia historia. “El nayic organiza el espacio celeste moqoit del mismo modo que conforma la estructura narrativa de sus relatos y la descripción de su territorio. La Vía Láctea es para los moqoit un gigantesco camino que une las diferentes capas del mundo”, puntualizó López.

Rasgos del espacio celeste

La astronomía cultural utiliza el término “asterismo” para designar aquellos rasgos celestes a los que una cultura otorga sentido, los que no necesariamente toman la forma de un conjunto de estrellas unidas por líneas imaginarias, como es el caso de las constelaciones europeas.

“Muchos de los asterismos moqoit se ubican a lo largo de la Vía Láctea, como hitos del nayic. De hecho, las historias que se asocian con sus asterismos son un relato de encuentros y pactos con seres poderosos. Ese nayic es el camino que recorren en su iniciación los pi’xonaq, los chamanes moqoit, en el que deben enfrentarse con los poderosos que encuentran y pactar con ellos. De este modo, la imagen de nuestra galaxia constituye el eje estructurador del espacio celeste moqoit, cuya forma y aspecto quedan vinculados con principios organizativos generales del espacio, la narrativa y la historia de este grupo”, explicó el investigador.

Además, las posiciones que toma la Vía Láctea a lo largo de la noche y sus cambios en el transcurso del año proporcionan a los moqoit reloj y calendario: les permiten determinar el momento de la noche y del ciclo anual en que se encuentran. “La Vía Láctea les proporcionó también direcciones de referencia para organizar el espacio terrestre, análogas al uso occidental de los puntos cardinales”.

La importancia de la astronomía cultural

Al poner en escena no solo la astronomía que se vale de telescopios sino también las concepciones de sociedades que observan el cielo a ojo desnudo, la astronomía cultural brinda la oportunidad de tener una experiencia directa del espacio celeste, algo cada vez menos frecuente entre habitantes de centros urbanos.

Los vínculos emocionales que se forman mediante una observación temprana y directa de la naturaleza son centrales para el interés que niños y niñas tendrán por los fenómenos celestes. A partir del reconocimiento y la valoración de sus tradiciones relacionadas con el cielo, los diversos grupos humanos pueden apropiarse del saber astronómico académico y contribuir a él en formas originales e insospechadas”, dijo López.

Para el investigador es de esta manera como surgirán nuevas metáforas y modelos, nuevos procedimientos y formas de concebir la exploración del paisaje celeste. “La astronomía cultural tiene el potencial de actuar como una conciencia crítica de las potencialidades y limitaciones del saber astronómico académico y sus vínculos con el conjunto de la vida social”, concluyó López.

Texto: Eliana Piemonte
Área de Comunicación – Museo de Antropologías.

Fotografía de portada: Imagen Alejandro López sobre fotografía de Vía Láctea, cortesía de Cristian López.

Nota publicada de manera conjunta con  Revista Alfilo
Área de Comunicación Institucional FFyH- UNC

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