La tortuga que está presente en el logo del Museo de Antropología es una representación gráfica que se encuentra en una pieza arqueológica: un tortero de hueso. En esta nota se reconstruye la historia de esta pequeña pieza que inspira nuestra imagen institucional.
El tortero fue hallado en el sitio arqueológico “Los Molinos”, en las márgenes del norte del Lago Los Molinos del Departamento Calamuchita. El sitio fue fechado en la Universidad de Arizona por una evaluación de Carbono 14 de una muestra de vegetal, resultando que dicho lugar habría estado habitado entre los años 900 a 1200. El análisis de radiocarbono fue el primero realizado para el territorio de la provincia de Córdoba.
Las excavaciones de donde se obtuvo esta pieza, se realizaron a fines de 1956 con fondos otorgados por la FFyH, bajo la dirección de Rex González quien dirigía por entonces el Instituto de Antropología de la UNCLa descripción de este tortero se encuentra en una publicación realizada por el Instituto de Antropología de la FFyH en el año 1967 escrito por Alberto Marcellino, Eduardo Berberian y José A. Pérez. Esta publicación está digitalizada en el Repositorio Suquía (FFyH)
Aquí se transcriben fragmentos de aquella publicación que aluden a la pieza que inspiró el logo institucional del Museo de Antropología:
El tortero, mulluna o fusaiola, implemento estrechamente vinculado con las actividades hilanderas aborígenes por su función de contrapeso al huso de tejer, aparece en este yacimiento bajo dos tipos distintos. La diferencia entre uno y otro se refiere en primer lugar a la calidad del material usado en su confección: hueso y cerámica, respectivamente.
En estrecho vínculo con esas dos calidades, las formas -no menos disímiles- son de contorno rectangular y pulidas hasta el refinamiento para los de hueso; y circulares y rústicas para los de cerámica. Corresponde hacer aquí la descripción de las piezas encuadradas en el primer tipo. (…)
Confeccionados bajo una forma común de rectángulo, o muy aproximada a esta figura geométrica, los torteros de hueso presentan notables variedades individuales en el motivo ornamental. Sus dimensiones son muy uniformes entre 100 y 120 mm. de eje mayor, y resalta en ellos la preocupación por el acabado prolijo y la representación de conjunto. Los ejemplares hallados en número de cuatro son posiblemente los objetos más interesantes en este yacimiento lo cual justifica que hagamos de ellos una descipción minuciosa.
Lámina III (A). Es una pieza de excelente pulimento, con una tamaño real de 55 mm. de largo, 32 mm. de ancho y 2,3 mm. de espesor. Como puede apreciarse en la fotografía que acompañamos, el artista indígena rebajó por desgaste la superficie hasta permitir la inscripción en alto relieve la figura zoomorfa de una tortuga cuyas placas dérmicas han sido representadas en una geometrización que no impide de ningún modo, a la percepción configuracional, distinguir perfectamente la figura biológica grabada. A ambos lados de ella parece el típico renglonado con inscripción virgulillar trazado en ese caso con mayor pequeñez y delicadeza. Una cintura en los bordes mayores inscribe en el aspecto general del objeto la gracia de lo curvilíneo más apropiada para enmarcar el óvalo de la figura zoomorfa que cualquier variación angular de líneas rectas. La tendencia es aquí evidente y el indígena al trazar la guarda de tres franjas, simétrica y combinada que puede apreciarse en la fotografía, tendió ex profeso a llevarla casi insensiblemente al juego armónico de una doble espiral, acentuando su propósito con la reducción del mismo borde inferior de la pieza. El objeto presenta dos orificios: uno pequeño de figura triangular que no tuvo, al parecer, otra finalidad que la ornamental; el otro en cambio, se descubre en la línea de fragmentación que la pieza ha sufrido, y por su tamapaño, su forma evidentemente circular y su ubicación en la trayectoria del eje mayor de la misma, daría a suponer que las funciones de esa pieza fueron similares a la de las otras plaquetas descriptas. La cara restante no tiene ningún grabado y se presenta bien pulida.
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Lo exiguo de la bibliografía arqueológica de las Sierras Centrales influye para que la búsqueda de elementos análogos a los descriptos dé resultados fructíferos.
Serrano ilustra un tortero de hueso procedente de San Roque cuyas carácterísticas lo vinculan con los de nuestro yacimiento (Serrano, 1945). Aparte de la técnica de confección, el tamaño y la prolijidad manifiestas de la pieza, ella pesenta una guarda o doble hilera, de pequeños cuadrados u octógonos (esta úlitma figura geométrica parece una derivación por borramiento accidental de los ángulos de la primera en el trabajo del cincel primitivo) que margina de extremo a extremo la única cara grabada del objeto, y que por su diseño es prácticamente igual a las marginales de nuestro ejemplar de la Lámina III (B).
Hemos visto, asimismo, un tortero de hueso evidentemente de este tipo aunque más rústico en el diseño de guardas y menos prolijo en su terminación -cual si fuera un trabajo imitativo- procedente de Chacra de la Merced, obtenido y descripto por Bonancini (1961).
Rex González en su trabajo de Pampa de Olaen (1949) ilustra y menciona como “objeto de uso desconocido” un fragmento de costilla de mamífero de 85 mm. de largo, que presenta dos escotaduras laterales a nivel de orificio perforante en el centro axial de la pieza. Por tales carácterísticas, no podemos dejar de vincularlo con la clase de torteros rectangulares de hueso que nos ocupa.
Procedente de Potrero de Las Colonias, Uspallata, Rusconi (1962) describe dos ejemplares de torteros de hueso realizados en costillas de guanaco. Son muy rústicos y consisten prácticamente en un segmento de costilla con un orificio central, presentando algunas rayaduras en los extremos de las caras. Estos ejemplares han sido hallados formando parte de un ajuar funerario.
Debenedetti refiriéndose a “las torteras o pesos para huso”, dice que ellas “son harto conocidas en la región diaguita-calchaquí pero, en general fueron obtenidas de astrágalos de guanaco cuya forma y buen peso permitía una inmediata y fácil aplicación”. Este autor recogió en Angualaste algunos ejemplares que “han sido obtenidos de costillas de guanaco: son de forma rectangular, simples algunos y ornamentados otros” (Debenedetti, 1917: 369). Procedente de Pachimoco el mismo Debenedetti ilustra una tortera de madera de algarrobo, forma aproximadamente cuadrangular con dos fuertas escotaduras laterales (semejantes a las de nuestro ejemplar de la Lámina III, A) y relata “En su cara superior, ha sido ejecutada en forma esquemática y estilizada una decoración ántropo y zoomórfica” (Debenedetti, 1917:396) “… el resto de la decoración parece ser una estilización de serpientes”.
En cuanto el grabado de la tortuga en el ejemplar de la Lámina III, A es imposible sustraerse al interrogante de si se halla como elemento totémico o como ocasional representación zoomórfica. Al respecto podemos decir que sólo conocemos una única representacion más de la tortuga existente en las pictografías de Agua de la Pilona (Cba.) que Gardner reprodujo (Gardner, 1931).
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Conclusiones
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III – En cuanto a los torteros de hueso existe una sugestiva similitud de forma entre los de Los Molinos y los análagos de la cultura Aguada del N.O. argentino; sin embargo, el hecho negativo de carecer aún de un estructurado esquema cultural-cronológico para la arqueología de Córdoba, impide establecer cualquier tipo de relación genética entre unos y otros.
Texto: Fabiola Heredia – Directora del Museo de Antropología de UNC
Fotos:
Bernanda Conte. Programa de Arqueología Digital (PAD) Museo de Antropología y del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR-CONICET UNC).
–Paloma Laguens: CPA. Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR-CONICET UNC).