«Ingresé a la Carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades, de la Universidad Nacional de Córdoba, en el año 1963. Entre las primeras materias que cursé fue Prehistoria y Arqueología, que ese año comenzó a dictar el Prof. Víctor Núñez Regueiro y Antropología Cultural dada por José Cruz. Allí se reafirmó mi interés en la historia y específicamente en la Arqueología y la Antropología.

La generosidad de estos docentes posibilitó los inicios de mi formación, y de mis compañeros, a través de cursillos y de la clasificación de material cerámico de la Cultura Tafi, de trabajos de campo anteriores. Esto permitió introducirme en temas relacionados con la Antropología y la Arqueología.

En aquellos años la carrera la cursábamos en el Pabellón España, de Ciudad Universitaria, pero las materias de Prehistoria y Arqueología y Antropología Cultural nos eran impartidas en el Instituto de Antropología, en la casa de Obispo Trejo 322. En esa casa de Trejo comencé mi formación como arqueóloga, allí disponíamos de una biblioteca especializada, de las colecciones arqueológicas y los laboratorios. Los trabajos prácticos también los realizábamos en el Instituto, donde aprendíamos a clasificar los materiales arqueológicos, como la cerámica, considerada como elemento diagnostico porque a partir de ella podíamos hacer una cronología relativa de la evolución de las culturas.
A los alumnos que nos gustaba la arqueología y queríamos ir al campo, perdíamos clases porque viajábamos durante el año de cursada. En esa época era obligatoria la asistencia a clase y lo más importante para rendir era la clase teórica que daba el profesor. Sobre eso versaban los parciales y los exámenes finales. Pero no nos importaba nada, queríamos ir de campaña. Claro que a la vuelta del campo debíamos ponernos a estudiar para recuperar las materias.

Participé en la 1° Convención Nacional de Antropología, en Carlos Paz, Córdoba, en mayo de 1964 y fui la secretaria en la Comisión de Cerámica.

Mi primera experiencia de campo la tuve con la campaña a El Alamito en Andalgalá, provincia de Catamarca, concretada en octubre de 1964.
En el año 1966 los profesores Núñez Regueiro y José Cruz fueron cesanteados, entre otros, por el gobierno de la Revolución Argentina, en ese contexto debía concretar mi trabajo de Tesis para finalizar la Licenciatura en Historia. El tema de tesis fue “El sistema de parentesco en una comunidad aislada: Laguna Blanca” y el director el Prof. Antonio Serrano.

La posibilidad de retornar a la universidad se dio en 1971 cuando comenzaron a concursarse una serie de cargos, como el de Jefe de Trabajos Prácticos, hoy profesores asistentes, en la Cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Carrera de Historia, que gané en un Concurso por Antecedentes y Oposición, materia en la que ya había concursado como Profesor Adjunto el Dr. Osvaldo Heredia.
Dentro de esta cátedra iniciamos el trabajo de investigación en el Valle del Ambato, en la provincia de Catamarca, desarrollándose hasta el año 1975 en que la intervención a las Universidades produjo la cesantía en los cargos docentes y en consecuencia la interrupción de los trabajos de investigación en Ambato.

La reincorporación en 1983 a la Universidad significó recuperar el cargo y retomar el trabajo de investigación en Ambato.

En 1997 se da la posibilidad de profundizar mi formación a partir de la obtención de una beca, por concurso, para cursar la Maestría de Arqueología Social en Iberoamérica, en la Universidad Internacional de Andalucía, La Rábida, España. Producto de esta Maestría fue la tesis “Procesos de complejizacion social y organización espacial en el Valle del Ambato, Catamarca, Argentina” aprobada con la calificación de Sobresaliente cum laude por unanimidad.
Además de continuar con las investigaciones en el Valle de Ambato desarrollé actividades docentes en la Escuela de Historia, dictando cursos sobre Museos y Patrimonio, realicé Proyectos de Extensión en la provincia de Córdoba, avalados por la Secretaria de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades, integré el equipo del Programa Educación y Museos, dictado a distancia, organizado por la Secretaria de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades y fui Delegada de la región Centro CECA (Comité de Educación y Acción Cultural) de ICOM (Consejo Internacional de Museos) de UNESCO.»

«Estaba cursando segundo año de la Licenciatura en Historia y Víctor invitaba a todos los estudiantes a participar de la 1° Convención Nacional de Antropología. No sabíamos bien qué era. Pero nos sumamos y comenzaron las reuniones de organización y de distribución de tareas en las aulas del Instituto. A mi me tocó ser la secretaría de la Comisión de Cerámica. ¿qué teníamos que hacer? Escribir todo lo que se dijera. Las sesiones comenzaban con la lectura de un anteproyecto que con anticipación les había llegado a los participantes.
Me acuerdo que se discutió mucho acerca del “tipo” y de la “tipología”, “estilos” y los sistemas clasificatorios para la cerámica. Pero hubo un gran ausente, Antonio Serrano. Él había escrito su Manual de Cerámica Indígena en 1958, y mirá las casualidades o no, je je je, lo había publicado la editorial de mi padre, “Assandri”.

Serrano había publicado hacía muy poco un libro llamado Cerámica Indígena, donde buscó unificar criterios para denominar la cerámica. La Comisión de Cerámica vino a discutir ese libro. Por eso él no asistió. Me acuerdo que fui la secretaria de esa comisión y una tarde, al terminar la sesión, se acercó José Luis Najenson y me pidió la toma de notas. ¡Se sorprendió! ¡Pensó que era taquígrafa!
Y no, sólo alumna del 2 año de la Escuela de Historia. Imagínate que en esa época asistíamos a clase y lo más importante para rendir era la clase que daba el profesor. Sobre eso versaba el examen final, los teóricos eran obligatorios. Entonces, en un año, mirá si no ibas a saber tomar nota!»

Susana Assandri (30 de mayo de 2012)