El frío es intenso en la siesta otoñal cordobesa y asoma una oportunidad para reunirnos con Hebe Vessuri, antropóloga premiada y distinguida por su rol protagónico en el mundo científico. De estatura media, pelo canoso, apacible y, a la vez, contundente en sus palabras, nos recibe en el departamento donde está alojada, a metros del Hotel de la Cañada de la ciudad.
La antropóloga, fue recientemente tapa de las noticias ya que en mayo de este año el CONICET rescindió su contrato. A ella: a la misma mujer que reconoció por su valioso aporte al campo de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad. Aunque ella dirá que su contrato terminó porque su edad excedía la exigencia de un sistema.
También nos cuenta que pese a tener diversas inquietudes intelectuales, la antropología la atrapó. Así fue que comenzó a estudiar simultáneamente Letras y Antropología hasta que se fue a Inglaterra. “Descubrí que podía entrar en la carrera de Antropología aunque en Oxford era una carrera de posgrado y por esas casualidades, la primera latinoamericana que caía ahí, entonces me aceptaron, a ver qué onda. Y sobreviví”, confiesa Hebe estoica.
Pese a que no cree en las nacionalidades, es latinoamericana, nació en Argentina pero vivió más años en Venezuela “es que el trópico también se te va metiendo”, aclara.
Por su parte, comenta que su empatía con la ciencia se dio de manera imprevista y fortuita pero ella prefiere hablar del “azar y la necesidad” citando a Jacques Monod. Entonces recuerda: “Llegué a Venezuela exiliada y el lugar donde me ofrecieron trabajo era un área nueva de Ciencia y Tecnología, de política científica y tecnológica y fue estupendo”. Allí dio sus primeros pasos como mujer de ciencia, pero de las Ciencias Sociales, en un contexto propicio y con libertad para el hacer y para “inflar el globo”, como señala Hebe.
De esta manera, una de las tantas cosas que Vessuri hizo fue conformar el campo científico en la región creando el primer Programa de Posgrado de América Latina de Estudios Sociales de la Ciencia, el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), trabajó en Brasil, en Colombia, en México. “Siempre fui un recurso que había que utilizar”, confiesa.
El año pasado, fue distinguida por su enorme labor con el Premio John D. Bernal de la Society for Social Studies of Science (4S), y es la primera vez que se otorga a una personalidad que no pertenece a Europa o a los Estados Unidos.
Exiliada y aquerenciada en Venezuela, Hebe comenzó de nuevo, desde otro lugar. “Justamente por no tener compromisos con nadie más que con los otros, trataba de ser honesta conmigo misma”, asegura y explica: “Cuando estás en una región periférica, en un país que ni es el tuyo, empiezas a ver cómo se estructuran las cosas”, dice haciendo referencia al discurso científico hegemónico unilateral, a la pretensión de innovación alejada de las demandas sociales, a la instrumentalización de la ciencia y de la tecnología, a la manera de hacer ciencia y de ser científico. “Hay que rescatar a la ciencia de esta colonización que se ha ejercido sobre ella, de la exclusiva búsqueda del lucro, no es por ahí donde va la cosa”, cuestiona y enseña: “La Ciencia tiene otros componentes más importantes que tienen que ver con analizar mejor la realidad, producir soluciones para los problemas de la sociedad”.
La ciencia argentina en jaque
La entrevista transcurre en el sexto piso del departamento modesto, cómodo y aclimatado. Vino a Córdoba para dictar un Curso en el Doctorado en Ciencias Antropológicas y la Maestría en Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Luego de ello, nos brinda su saber, se brinda para hablar de la ciencia actual, del rol de los científicos, del hacer ciencia sin presupuesto, del hacer políticas de Ciencia y Tecnología y pone en tensión el acceso publicación en Revistas. El azar y la necesidad reunidos en la misma mesa.
-Si tuviera que definirse personalmente ¿cómo se definiría?
-No creo en las nacionalidades, no soy de aquí, ni soy de allá, de ningún lugar, de todos los lugares. Me gustan las medialunas, el dulce de leche, los criollitos, cosas que tienen que ver con la identidad porque los sabores te llevan a la identidad. También he vivido más años en Venezuela que en Argentina así que me considero venezolana. Los venezolanos son muy ligeros de temperamento, entonces el trópico también se te va metiendo.
Si tengo algún anteojo o anteojera es el de la antropología social que me enseñó a ver la vida de cierta manera. Siempre fui un agente libre, sin país, sin compromisos con nadie más que con la gente, entonces cuando estás en una región periférica en un país que ni es el tuyo ni nada, empiezas a ver cómo se estructuran estas cosas, ves que es un juego muy asimétrico y que no es por perversidad necesariamente. Justamente como era un agente libre trataba de ser honesta para mí, conmigo misma.
-¿Cómo surge su motivación y vocación por la antropología?
-Se va haciendo con el tiempo. Cuando uno es joven tiene múltiples intereses. A mí me gustaba la Etruscología, me llamaba muchísimo la atención desde el punto de vista artístico cultural qué era lo que había pasado con todo ese mundo etrusco. El imperio romano me fascinaba y lo relacionaba con un vínculo muy fuerte con mi papá que era italiano. Pero si bien hice una inscripción simultanea de Letras y Antropología cuando entré en la Universidad de Buenos Aires (UBA), estuve solamente un semestre y me fui a Inglaterra. Entonces no pude cursar ninguna materia de Antropología, hice un par de introducciones a en la carrera de Letras en la UBA, y me fui a Inglaterra a Oxford y ahí descubrí que podía entrar en la carrera de Antropología aunque en Oxford era una carrera de posgrado. Por esas casualidades, era la primera latinoamericana y entonces me aceptaron. Y sobreviví. A medida que profundizas vas descubriendo más y más y te va atrapando. Así que yo digo que la antropología me atrapó para siempre.
-¿Qué lectura hace del hacer científico, del ser científico/a en la región?
-El campo de la ciencia, si uno lo visualiza fundamentalmente como las ciencias duras, eso que antes decían las ‘ciencias de verdad’: las físicas, naturales, que son monoparadigmáticas con su verdad canónica, establecen reglas del juego de la legitimación científica. Empieza a verse el desarrollo de todo un pensamiento social que va entrando en la Universidad. Les cuesta más a los científicos sociales pasar a ser personal full-time de la Universidad, poco a poco consiguen los científicos sociales, las humanidades, entrar en la Universidad el tiempo completo y entonces empiezan a construir una imagen de cientificidad que no fue una preocupación de las Ciencias Sociales sino que lo que les interesaba es poder ser críticas, tomando una distancia estratégica respecto de lo social para poder interpretarlo y explicarlo. Y después, cada vez más, se convirtió la cientificidad en algo que había que demostrar para poder ganar legitimidad frente a otros grupos de colectivos científicos. Eso fue empastelando las cosas, creo que las fue confundiendo en el tiempo, porque cambiaron los criterios de evaluación, cambió la autovisión del científico social muchas veces para ser más científico que el científico y entonces, eso a veces aleja respecto de los objetivos iniciales del campo. Siempre hay transformaciones pero ha habido una relación complicada con la ciencia, con la sociedad, con la política. No digo que en las Ciencias Duras haya sido fácil, pero en las Ciencias Sociales es más difícil y sigue costando.
Creo que la Ciencia y la Tecnología está muy instrumentalizada en el mundo con un discurso hegemónico muy unilateral. Hay que ir más allá, hay que rescatar la ciencia de esta colonización que se ha ejercido sobre ella, de la exclusiva búsqueda del lucro, no es por ahí donde va la cosa. Hay otros componentes que son más importantes que ése, y tienen que ver con producir soluciones para los problemas de la sociedad.
-¿Cómo vivió esto de ser pionera en Ciencia y Tecnología, premiada y que el CONICET le rescinda el contrato?
-Es normal y previsible desde el punto de vista del análisis de todas estas cuestiones, son negociaciones. Las políticas científicas también son políticas, entonces una cosa son las políticas y otra cosas son reglas administrativas que tú puedes ver que se apliquen de manera demasiado burocráticas, demasiado rígidas. Y lo que hicieron, simplemente, fue a aplicar unas reglas que por la edad no podía seguir estando en un sistema. Pero yo no estaba, no era miembro de la carrera así que no corría ninguno de esos requisitos, de edad ni nada. Yo tenía contratos. Entonces lo toman de bandera, porque es una carta que Pablo Kreimer hizo junto con Rosana Guber y se lo presentaron a Ceccatto, con la firma de investigadores superiores y principales del CONICET. Después vino el fenómeno de la viralización por internet y se disparó absolutamente fuera de control. Hasta gente de México me dijo que estaba haciendo una colecta para juntar plata, (risas). Al mismo tiempo es interesante y refleja una frustración, un temor de que esto signifique un parate para la ciencia argentina que se estaba recuperando. No sé en qué terminará, soy muy escéptica de que mi caso personal se resuelva. Pero mientras tanto, muestra toda una dinámica de la ciencia en la sociedad que está reflejando un cambio de momento político, de mucho miedo, temor, rabia, enojo de los nuevos becarios, postdoc, gente que está en la etapa de iniciación de la carrera, que se les está achicando la posibilidad de entrada y de estabilidad dentro del sistema. En síntesis, el vaciamiento de todo lo que se ha recuperado. Entonces que un país en lugar de apostar e invertir en la ciencia, hoy en día, quiera irse a no sé a qué promesa de innovación técnica, porque eso supuestamente es competitividad, que, al mismo tiempo, requiere de una base científica que es subalterna a lo tecnológico; pero la investigación científica no la puedes soslayar. No sé qué va a pasar a futuro, va a contracorriente de la historia, hay que aumentar la inversión en ciencia y tecnología y la van a reducir todavía más.
*Por María Eugenia Lunad Rocha (Área de Comunicación Museo de Antropología. UNC).