Charlamos con Guillermina Espósito para adentrarnos en una mirada antropológica sobre la Pachamama, los sentidos que circulan y los contextos actuales que la resignifican.
Caña con ruda, ‘pasar agosto’, ‘julio los prepara y agosto se los lleva’, agradecimientos y otras muchas prácticas atraviesan la Celebración de la Pachamama cada agosto. Aunque la Real Academia Española exponga que “la palabra Pachamama no está en el Diccionario”, “la Pacha” se festeja todos los años, se vive, se homenajea, siendo una experiencia que convoca a diversas personas en diversos espacios.
Históricamente la Pachamama ha sido una celebración propia del mundo andino, que abraza el noroeste argentino, Perú y Bolivia donde cada agosto se realiza el agradecimiento, bendición y ofrendas a la Madre Tierra. Se realiza en esta etapa del año porque coincide con el comienzo del nuevo ciclo agrícola donde el invierno emprende la retirada y la primavera reclama fertilidad y floración.
Al respecto, conversamos con Guillermina Espósito Dra. en Ciencias Antropológicas, docente de la UNC e investigadora del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR-CONICET) que ha profundizado sus estudios sobre este campo: “El acto de darle de comer a la tierra es la imagen icónica que hoy se tiene de la Pachamama. La categoría Pacha es una de las más importantes del mundo andino y la Pachamama es una entidad muy poderosa con quien se establecen relaciones de intercambios: la Pacha da, pero también quita”, afirma.
En este marco, sin embargo, la antropóloga pluraliza esta imagen: “En los últimos años “la celebración de la Pachamama” empezó a involucrar espacios y actores que hasta hace poco eran impensables por fuera de lo que las familias hacían al interior de sus casas en los Andes”. Espósito comenta que “en los relatos de viajeros de fines del siglo XIX y principios del XX, a los ojos de los no andinos, la Pachamama era algo exótico, extraño. No obstante, “hoy se celebra en una multiplicidad de espacios y esto se debe a varias cuestiones históricas y también políticas”, argumenta.
Así, para graficar esta diversidad de prácticas, Espósito enumera como ejemplos: “Las corpachadas de políticos en Tecnópolis, reuniones con amigos en los pozos pacheros que abrimos en nuestras casas, flyers de sahumados pachamámicos que circulan en grupos de WhatsApp”.
Múltiples Pachamamas
La mirada antropológica siempre dispara reflexión y luz sobre las relaciones sociales tratando de interpelarnos en el camino, aunque las preguntas y las respuestas incomoden. Es por ello que analizar algunas prácticas como la celebración de la Pachamama, “es parte de procesos siempre inconclusos, siempre en transformación: las prácticas se reproducen, se reelaboran, se expanden, innovan en sus formas y significados”, señala la antropóloga.
En esta línea, Espósito es contundente: “Es interesante contextualizar y comprender que no hay un solo significado de Pachamama, ni siquiera debiera pensarse que se está hablando de lo mismo cuando diferentes grupos hablan de Pachamama”.
Al respecto, explica su postura trayendo un concepto polémico que generó muchas controversias en Bolivia, el de “pachamamismo”. Su autor, Pablo Stefanoni, se refiere al pachamamismo como una “neolengua” que sobre todo habla de una enorme distancia entre el discurso y la realidad. Espósito dice que este concepto le es muy útil para pensar en lo que el gobierno de Gerardo Morales, el actual gobernador de Jujuy, elabora sobre la Pachamama: “Se habla del cuidado de la tierra, el medioambiente, los recursos naturales y la producción sustentable, mientras que en la práctica se llevan adelante procesos extractivistas a cielo abierto como el de Mina Chinchillas, o el de litio que demanda una cantidad extremadamente desmesurada de agua en una región de delicadas negociaciones (incluso con la Pachamama) como el de la Puna, vital para los modos de vida locales”, detalla la especialista y completa: “Y todos estos emprendimientos se dan sobre territorios indígenas, en donde en muchos casos, se les opone una gran resistencia”. Uno de los slogans del gobierno de Jujuy es “Pachamama yo te cuido”, a lo que algunas organizaciones indígenas hacen una interesante intervención enfatizando un “Pachamama, yo sí te cuido”.
La antropóloga reitera la importancia de corrernos de miradas esencialistas sobre la Pachamama, entonces, advierte que “para algunos indígenas originarios de los departamentos puneños de Jujuy, el uso de la Pachamama que hace el gobierno es ofensivo para lo que consideran una práctica sagrada y propia del mundo andino. Y agrega: “No les da lo mismo ni relativizan las múltiples experiencias en las que interviene la Pachamama. Estos grupos son muy conscientes del sentido si se quiere ‘fagocitario’ del Estado, que captura con una enorme violencia simbólica, prácticas que consideran propias”. Así, “a los ojos del Estado, cuando la Pachamama se mantiene en el núcleo bucólico de la corpachada colectiva multicultural, todo bien, pero si la Pachamama se integra como agente por ejemplo en reivindicaciones territoriales, ya se desacraliza y se vuelve impura y peligrosa, como decían los extirpadores de idolatrías durante la colonia respecto a prácticas no católicas”, explica la investigadora.
Dicho de otro modo: “Pareciera ser que existe lo que el Estado nombra, lo que captura, impidiendo en no pocos casos, lo que el antropólogo brasilero Viveiros de Castro propone como ‘la buena política, aquella que multiplica los posibles’. Sobre estas capturas hay que estar atentos, y ahí creo que la Antropología tiene mucho para develar y decir”, concluye Espósito.
*Por María Eugenia Lunad Rocha (Área de Comunicación Museo de Antropología. UNC).