Pensar los museos como ámbitos abiertos y móviles, capaces de resguardar las memorias culturales, es poner el énfasis en generar espacios de diálogo y encuentros con personas de todos los sectores de nuestra sociedad. Así, desde el mes de julio de 2018, destinado para internos e internas del Establecimiento Penitenciario Nº 4. Penal Abierto Colonia Monte Cristo – Córdoba, se puso se puso en marcha el taller:¡A liberar las musas! Los museos en la cárcel.
El proyecto está enmarcado en Programa de Financiamiento de Proyectos de Gestión de Actividades Artísticas y Culturales, de la Secretaría de Extensión de la UNC y nace desde el Espacio de Educadores del Museos. Como talleristas, participaron los y las profesionales de que forman parte de este colectivo: Mariela Zabala, Museo de Antrooplogía de la FFyH de la UNC; Claudia Rivarola del Museo Genaro Pérez; Olga Bartolomé del Museo Escolar ENSAGA y Estancia de Jesuítica de Jesús María (Museo Histórico Nacional); Romina Acuña de la Estancia de Jesuítica de Jesús María (Museo Histórico Nacional); Carlos Colazo de Museo Escolar ENSAGA.
Además, por parte del Programa Universidad Sociedad y Cárcel (PUSyC) participó Nahuel Blazquez y Marcia Vidala Ayala.
Basados en la motivación de que los Museos de nuestra provincia puedan llegar a otros públicos, también se trabajó sobre la idea de desmitificar los museos como templos de saber, al cual sólo acuden determinados sectores de la sociedad, con cierto capital simbólico y cultural.
“Los museos, en su definición –expresan quienes trabajaron en el proyecto–, son pensados como espacios de construcción de conocimiento, entonces nos proponemos que los mismos puedan ser generados desde diferentes ámbitos de la sociedad y por lo tanto resignificar estos espacios culturales, apropiándoselos en su realidad social presente. Si los museos son entendidos como espacios de ejercicio de ciudadanía nos preguntamos entonces cómo podemos contribuir en contextos de vulnerabilidad, privación de la libertad y mujeres”.
Diálogos y encuentros
Como metodología, el taller trabajó en base a un diálogo de saberes en torno a una serie de objetos de su vida cotidiana, recuperando vivencias y memorias, con el fin de ponerlos en valor. También se trabajó con el interés de que todxs los participantes– las personas de los museos, la cárcel y la universidad–, puedan
crear un espacio de encuentro para dinamizar fronteras sociales que, por momentos, parecen estáticas y cristalizadas.
En este contexto, se construyeron nuevos discursos (guiones, materiales museológicos), que posibilitaron un acercamiento cultural de cada participante y de las instituciones involucradas.
Además de llevar los museos dentro de la cárcel, mediante la elaboración de una propuesta museográfica colectiva e itinerante, el taller logró poner en valor la palabra, oral y escrita, como medio para relatar el pasado y el presente de cada participante, generando otro tipo de vínculos y posibilidades.
Vale destacar que es la primera vez en Córdoba que se pone en práctica un taller de estas características. Qué además, tuvo como destinarios a un grupo de unos 30 internxs, entre hombres y mujeres, del Establecimiento Penitenciario Nº 3 de Córdoba. Fue la posibilidad de materializar esa idea de pensar los museos como lugares que motivan diferentes perspectivas entre las personas privadas de su libertad.
Salir transformados
Eugenia Rojo, docente de la Penitenciaría, se sorprendió por la cantidad de asistentes al taller. “Esta es la primera vez que pueden participar varones y mujeres en un mismo taller”, dijo. “Las mujeres están en este establecimiento desde el mes de abril del 2018. No pensábamos tanta concurrencia, ya que muy pocos internos conocen los museos. Además, una preocupación recurrente de los y las internas es qué harán cuando salgan a la calle. En el taller se pudo hablar de eso. Algunos de ellos comentan: “La situación es recuperarse cada día, honrar la libertad, no física sino espiritual. Siempre nos andamos escondiendo. Nos ocultamos de la sociedad y la sociedad nos niega a nosotros”.
Para el docente Carlos Colazo, fue también su primera experiencia como tallerista dentro de la cárcel. “Siento que los más positivo fue la decisión de hacer posible un taller que implique habilitar el encuentro entre quienes trabajamos dentro de los muesos y las personas que se encuentran en las cárceles .En este taller primó la idea de barrer con los prejuicios de ambos lados. De muchos de nosotros, que nunca habíamos entrado a las cárceles, y de los propios internos que tenían ideas estereotipadas de los espacios de museos. El taller permitió saltar esas barreras y generar un espacio de encuentro sincero”.
Olga Bartolomé siente que el proyecto superó las expectativas a nivel humano. “Desde los museos, fue la primera vez que se trabajó en contextos de encierro, en un espacio mixto, donde se abordaron diferentes aspectos. Creo que fue muy importante que el museo se replanteé su función en lo humano y lo social. Aquí se trabajó desde la horizontalidad, de dio lugar a la expresión y al arte. Se volvió un espacio donde todos salimos transformados en un nosotros nuevo”.
“Creo que es importante profundizar en la Museología Social”, expresa Claudia Rivarola, del Museo Genaro Pérez. “A fin de cuentas los museos son musas guardianas de la memoria. Y como somos hacedores de nuestra propia historia, estos espacios sirven para fortalecer cada tejido que se fue forjando. Cada uno de los que fuimos parte de este espacio, nos sentimos un poco en familia. Se pudo hablar de nuestras historias y recorridos personales. Cada uno se entregó totalmente, dentro de la propuesta del taller. Se trabajó en equipo y cada uno hizo devoluciones desde la propia ética personal. Siento que entre todxs hicimos posible la maravilla”.
Para Mariela Zabala, del Museo de Antropología de la FFyH, “fue una experiencia muy enriquecedora. Se trabajó con unos 30 internos, entre varones y mujeres. Cada unx pudo expresarse y descubrir su lado artístico. Muchos descubrieron sus musas con la música, la poesía, el dibujo, el bordado. Con distintos tipos de expresiones”. Uno de ellos, nos dijo: “Al principio pensé que la propuesta de este taller era una tontería. Ahora me doy cuenta que la tontería fue haber pensado así”.
Para el Director del Servicio Penitenciario, el Subprefecto Víctor Hugo Luján, fue una sorpresa la cantidad de interesados en participar de los talleres. Por ello permitieron que culminaran antes sus tareas de “fajina diaria”, para que pudieran asistir. “Para nosotros –dijo–, es muy importante que aprendan un oficio y que estudien. Los incentivamos mucho en esos dos ámbitos. Durante la mañana hacen laborar terapia, la fajina, y por la tarde salen a estudiar”.
Hacia la etapa final del taller, los asistentes trabajaron en la producción de una serie de objetos donde plasmaron sus sueños. Además, durante el mes de octubre, se llevó a cabo una visita guiada hasta el Museo Genaro Pérez y el Museo de Antropología de la FFyH de la UNC. Y hacia fines de octubre, una la Estancia Jesuítica de Jesús María. Museo Histórico Nacional.
Si la experiencia de este taller cobra un valor positivo, dentro y fuera de las cárceles, se enriquece la idea de la función social de los museos, como espacios generadores de nuevos horizontes y sensibilidades inspiradoras para todas las personas.
Por Irina Morán
Fotos: Camila Acuña – Irina Morán