Durante la jornada del 30 de agosto de 2019, donde se celebró la actividad “La tierra nos encuentra. Diálogos entre la gente y el territorio”, trabajadorxs del Museo de Antropología, integrantes de organizaciones sociales, público en general y transeúntes se vieron atraídos por las coplas, la ornamentación colorida y la pequeña multitud reunida alrededor de un cantero, en plena Avenida Hipólito Yrigoyen. Allí, el Museo de Antropología invitó a encontrarse para agradecerle a la pacha, nuestra madre tierra.
Fue una jornada de puertas abiertas, donde se invitaba a participar y a vestir los tonos de ese ancestral ritual, entre los fucsias y terracotas que rápidamente comenzaron a matizarse con las banderas escritas con aerosol, los afiches reivindicativos y las imágenes documentales de un presente que esta ofrenda (cada vez más) convoca: las diversas luchas y resistencias que en distintos puntos de nuestra ciudad, y de nuestro país, se levantan y organizan en defensa de la tierra, en defensa de la vida que ella nos da. En la ciudad de Córdoba, estos procesos organizativos tienen una clara georeferencia territorial: la zona sur.
Zona Sur organizada
Históricamente, la zona sur de la ciudad de Córdoba (como curiosamente ocurre en los “sur-es” de muchas ciudades del mundo) ha sido un territorio desplazado en materia de planificación urbana, acceso a bienes, servicios y derechos civiles en general. Las extensas quintas y los grandes polos industriales que, prometedoramente, poblaron esas tierras durante las primeras décadas del siglo pasado fueron dando origen, con la acelerada urbanización iniciada en la década del 30, a diversos barrios con marcada identidad obrera. Actualmente, la trama urbana se torna algo más heterogénea. Las calles y avenidas, como laberintos, van produciendo, en palabras del antropólogo Alejandro Grimson, un sentido territorial en “degradé”. Rápidamente ellas pueden desplazarte desde la populosa plaza de Villa El Libertador (uno de los corazones del sur capitalino) a un amurallado barrio cerrado, de allí dar con los paredones de alguna fábrica que desembocan en decenas de casas idénticas de algún proyecto habitacional. O topar con el empantanado Canal Maestro, desde donde brota un conjunto de viviendas autoconstruidas, de algunas de las numerosas tomas de tierras que pueblan los márgenes de la ciudad. Esa diversidad de formas metropolitanas -con claras marcas de desigualdad- no escapa a las problemáticas que afectan transversalmente la vida de y en estos territorios. Una serie de sufrimientos, en plural, que involucran directamente a la pacha. Por haberla ignorado, olvidado, enfermado, contaminado. Sin desentonar con los cánticos de agradecimientos, quienes hoy la defienden y protegen la vida en ella, se hicieron oír en el hall del Museo de Antropología, bajo tres gritos de lucha: ¡Fuera Porta!; ¡Cloacas para toda Villa El Libertador!; ¡Basta de Megabasurales!
Estas tres luchas, hermanadas, entraman y organizan cotidianamente a vecinos y vecinas de distintos barrios y comunidades aledañas: San Antonio e Inaudi exigiendo la erradicación de la fábrica ilegal Porta Hnos. (productora de Bioetanol), la remediación ambiental por los impactos generados, y la reparación para los afectados y afectadas por la contaminación. A su vez, Villa El Libertador reclamando obras públicas para sanear el sistema cloacal que desde hace años colapsa (hundiendo pozos negros, derrumbando viviendas, degradando la vida de cientos de vecinos y vecinas que habitan con miedo e incertidumbre constante sobre su situación habitacional y de salud), demandando la declaración de “zona de desastre ambiental”. Y por último, Villa Parque Santa Ana resistiendo a la instalación de la Planta de Cormecor, un nuevo enterramiento sanitario en la zona sur metropolitana, y despertando las conciencias urbanas y políticas sobre el destino de la basura que generamos cotidianamente.
“Sin vida no hay pacha”, sentenció Mercedes Maidana, dirigente de la comunidad Hallp’a Ñokkayku, Pueblo Coya, guía en esta ceremonia cordobesa a la pacha, cuidadora de llamas y luchadora incansable contra la minería en la región de Cuenca de los Pozuelos, Jujuy. “¿Cuánto vale la vida?”, se preguntan quienes luchan contra Porta. En el sur, la vida se defiende de manera colectiva y organizada.
Desde la Antropología y la Universidad pública acompañar procesos organizativos y territoriales
Distintas áreas de trabajo y equipos de investigación del Museo de Antropología- IDACOR vienen, desde hace años, acompañando procesos organizativos territorialmente situados en diversos puntos cardinales de la ciudad y del país. Se trata de acoger estos movimientos en relación a una celebración ancestral, que hasta podría sonar ajena a la vida urbana contemporánea, pero que forma parte de un compromiso institucional y colectivo ocupado en abrir los espacios universitarios (entendidos como espacios públicos, espacios de todos y todas) a los debates, preocupaciones y demandas de amplios sectores de nuestra sociedad. Asimismo, se trata se asumir el desafío por recuperar, el proyecto político y ético que caracterizó a algunas corrientes de la antropología desde sus orígenes: conocer las diversidades de la vida humana, pero, también, sus posibilidades de transformación y de cambio. Reunir y abrigar la potencialidad de imaginar otros futuros, donde la vida pueda ocurrir.
Texto: Victoria Reusa
Antropóloga, integrante del equipo de Antropología de la Política vivida de Museo-IDACOR.
Fotos: Luciana Mautoni – Fuera Porta.