En el marco de los encuentros “Soy porque somos. La diáspora africana en la construcción de nuestra identidad”, integrantes del Área de Documentación del Museo de Antropologías presentaron la experiencia en torno al proceso de elaboración del catálogo de la colección Arroyo de Leyes.
El Grupo Córdoba Ruta de las Personas Esclavizadas organizó cuatro encuentros pensados para visibilizar el aporte africano a la cultura argentina y cordobesa en particular. Los mismos se desarrollaron en el Museo de Antropologías y abordaron el gran imaginario que es África: su historia, su producción cultural y su mirada del mundo. Además, se seguió la ruta de las personas que fueron esclavizadas, su llegada a América y su aporte cultural. Se trabajó la presencia africana en Córdoba y el reconocimiento de los Sitios de Memoria en la Provincia.
Durante el cuarto encuentro, titulado «Los esclavizados: ¿dónde reside la memoria? Asumir la raíz africana a partir de nuestro patrimonio», Iara Angaroni, Camila Aimar y Agustín Ramírez del Área Documentación del Museo de Antropologías, realizaron la presentación “Rostros, miradas y sentidos diversos: el caso de la colección Arroyo de Leyes” que abordó la historia de la colección dentro del Museo, y los múltiples sentidos que se han otorgado a estos objetos, dando cuenta de su importancia para la “memoria afrodescendiente”.
A continuación se comparte el texto realizado para la presentación.
“Desde el Museo de Antropologías nos encontramos realizando un proyecto de catalogación, que consiste en elaborar catálogos virtuales con el propósito de avanzar en la visibilización de las colecciones. Estas han sido expuestas en el espacio de Museo de manera parcial y por tiempo breve, por diversos motivos como el espacio físico disponible, la movilidad de los objetos, entre otros. Una de estas colecciones es Arroyo de Leyes u Arroyo Leyes.
Para situarnos un poco, el Arroyo Leyes es un río ubicado en el espacio costero a 40 kilómetros al noreste de la ciudad de Santa Fe, entre los pueblos de San José del Rincón, al Sur, y Santa Rosa de Calchines, al norte. Al oeste linda con la Laguna Setúbal y al este con el valle aluvial del Paraná.
Esta zona se ubica camino a Cayastá, sitio fundacional de la ciudad de Santa Fe en 1573. En la actualidad se encuentra constituida la Comuna Arroyo Leyes, la cual tuvo su fundación en los años ‘90.
Las piezas de las que estamos hablando, y de las que también hablaron les colegas de Jesús María, fueron encontradas en un campo denominado el Zapallal o Los Zapallos, a la vera del río Arroyo Leyes. De ahí el nombre de la colección.
Este grupo de objetos despertó un gran debate desde que se encontraron las primeras piezas en los años ‘30. De hecho, todavía no se esclareció quién «halló» este paradero. Hay varios actores que se atribuyen el hallazgo del paradero y de las piezas, algunxs son Amelia Larguía Crouzeilles, Manuel Bousquet y Raúl Carabajal.
Nos parece interesante plantear que en estos últimos años se ha reivindicado la figura de Amelia Larguía, ya que por el desarrollo disciplinar mayoritariamente masculino no fue tenido en cuenta su hallazgo y su trabajo.
El debate más intenso que se dio en los años ‘30 fue entre arqueólogos profesionalizados y aficionados de la arqueología y se refirió al origen de las piezas.
De forma sintética y esquemática se puede decir a existían tres posturas en cuanto a quiénes habían elaborados las piezas:
- Una que sostenía que las piezas eran falsificaciones, fabricadas por los lugareños con ánimos de lucro. Algunas de las personas que sostuvieron esta opinión fueron: Joaquín Frenguelli, Fernando Mántaras y Raúl Carabajal.
- Por otra parte, algunas personas sostenían que la cerámica había sido elaborada por indígenas, durante el periodo de contacto con los españoles, y que podía ser adjudicada a indígenas chaqueños que habían sido llevados a una reducción en la cercanías de Santa Fe . Bajo esta posición se ubicaron Antonio Serrano, Manuel Bousquet, Felix Outes y Amelia Larguía Crouzeilles.
- Una tercera postura, intermedia entre las dos anteriores, planteaba que algunas de las piezas eran claramente falsificaciones, pero había otras auténticas. El principal representante de esta posición era Francisco de Aparicio, quien realizó excavaciones “sistemáticas” del sitio en 1935 y 1936, encontrando cerámica in situ, lo que le lleva a plantear que hay que investigar más profundamente puesto que hay piezas “auténticas”, a pesar de las “falsificadas”.
De este debate, la postura que se impuso en la disciplina arqueológica fue la primera, que aseguraba el origen falaz de las piezas. Lo que llevó a la destrucción de muchas de ellas y a que el tema quedara silenciado durante varios años. Hasta que, en los años ‘80, Alberto Rex González retoma brevemente el asunto. Él plantea en una de sus publicaciones la necesidad de revisar las piezas, diciendo que podían ser la obra de indígenas prehispánicos y africanos, trayendo de nuevo al debate disciplinar la colección ya dispersa en muchos museos de Argentina.
Más tarde, en los 2000, Daniel Schávelzon y Carlos Ceruti van a retomar la investigación de las colecciones. Estos autores teorizaron que quienes elaboraron estas piezas fueron esclavos o afrodescendientes y plantearon diferentes hipótesis sobre los usos y los contextos en los que habrían sido realizadas.
En los últimos años agrupaciones y organizaciones de afrodescendientes argentinos han conocido la presencia de estos objetos en diferentes instituciones y los consideran como parte de su patrimonio y objetos que encierran su memoria; a la par que, trabajadores/as de diferentes museos han comenzado a organizarse para generar instancias que permitan darle visibilidad a esta colección.
La colección del Museo de Antropologías
La colección “Arroyo de Leyes” que se encuentra resguardada actualmente en el Museo está conformada por objetos cerámicos. Algunos de estos objetos se encuentran incompletos y hay conjuntos de fragmentos de diferentes piezas. Esto es observable a través de las diferencias en las pastas, los colores, los grosores o las decoraciones que presentan.
La colección se compone de 25 objetos enteros, completos e incompletos y 317 fragmentos que corresponden a diferentes partes de objetos (bases, cuerpos, bordes y asas). Hay que aclarar que 5 de estos objetos proceden de Alto Paraguay. En los años ‘40 Antonio Serrano, como director del Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore, habiendo participado activamente de los debates en los años 30, realizó gestiones para adquirir estas piezas, alegando que las mismas tenían una asociación con Arroyo Leyes.
Desde la Documentación de Colecciones se pudo reconstruir algunos de los recorridos de estos objetos y cómo comenzaron a ser parte del acervo del Museo. Para ello se rastrearon y vincularon diferentes documentos de los años en los cuales hay registro de ingreso de piezas. La información disponible nos habla puntualmente de la década del ‘40 y el ‘50.
A partir de esto, se puede decir que hubo tres modalidades de ingreso de los materiales al Museo, que son: la donación, la excursión y la compra.
Actualmente se encuentran resguardadas piezas que ingresaron como donación de Manuel Bousquet, como donación del Padre Oscar Dreidemie, por excursión de Antonio Serrano y por compra a Alfredo Miltos, quien ofrece estas piezas Arroyo de Leyes y las de Alto Paraguay. Además, en 2007 ingresó un lote de fragmentos donación de Eduardo Bornancini.
Estas diferentes formas de ingreso, nos llevan a pensar: ¿Quiénes son estas personas que buscaban, encontraban, investigaban y hablaban sobre las piezas?, ¿dónde y cómo lo hacían?
A partir de diferentes documentos vemos que eran varias las personas que estuvieron “poniendo la mirada” en las piezas de Arroyo de Leyes: investigadorxs, “aficionados” de la arqueología, coleccionistas, pobladorxs, sacerdotes jesuitas, medios de comunicación e institutos con museos.
Es por esto que nos planteamos abordar esta presentación y el catálogo que estamos elaborando, pensando justamente en las miradas sobre los objetos, en los sentidos atribuidos a lo largo de todos estos años. Poder dar cuenta de cómo esas miradas se fueron transformando, cómo diferentes actores fueron apropiándose de las piezas en términos de identidades, de memorias. En este sentido, también preguntarnos cómo “la academia” y los museos cumplen funciones y son activos también en lo que nombran, lo que muestran, lo que interpretan y con quiénes dialogan en la construcción de sus relatos.
El tratamiento de las piezas de Leyes desde los años ‘30 a la actualidad también nos invita a repensar otras materialidades de los museos. A ver cómo operan los procesos de invisibilización, de negación de identidades y herencias y nos obliga a tener una mirada atenta, a investigar y tratar de aportar y buscar voces que puedan hablar sobre los objetos que se custodian en las instituciones, y discutir sobre esto.
En nuestro caso, la idea para este catálogo es realizar colaboraciones con integrantes de agrupaciones de afrodescendientes del tronco colonial vinculados a Arroyo de Leyes y con trabajadoras de otros museos que albergan piezas provenientes del mismo sitio«.
Bibliografía Consultada
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