Lucas Palladino, licenciado en geografía y doctor en antropología, comparte en este artículo una noción integradora sobre las comunidades originarias de Córdoba. “Una manera respetuosa de rememorar a nuestros pueblos originarios –señala el autor–, sea quizás tomando el legado de sus experiencias en el presente y, aún en épocas de pandemia, abrirnos a otra sensibilidad con nuestros pares, humanos y no-humanos”.
En estos días se celebra una de las fechas que tienen que ver con la conmemoración de los pueblos indígenas-originarios de América (Abya Ayala). De a poco, vamos conociendo sobre las comunidades indígenas también en Argentina. Aunque para nosotrxs cordobeses es todavía menos común conocer de los pueblos originarios de nuestra provincia.
Hace algo más de 10 años, cuando empezaba a investigar al respecto, me preguntaba por los originarios y miembros de comunidades comechingonas en Córdoba. Por visitar museos u “hojear” algunos libros de historia, arqueología, suplementos de diarios suponía que las comunidades habitaron las sierras cordobesas. Sin embargo, parecía que había poca posibilidad de encontrarlos, porque estos mismos textos expresaban que estaban extintxs.
Me aproximé a quienes se consideraban como sus descendientes o comechingones. Además, reconocí que, lejos de lo que pensaba, se estaban movilizando más de 20 comunidades comechingonas en diferentes sectores de la provincia de Córdoba. ¿Dónde estaban entonces aquellas aldeas o comunidades con lxs comechingones? Estudiar antropología me permitió entender que esta pregunta estaba configurada por una imaginación que estereotipaba la identidad indígena y su territorio.
Es decir que mi mirada estaba condicionada por encontrar escenarios y acontecimientos de una identidad indígena objetivada, lo que la antropóloga brasilera Alcida Ramos llama “indios hiper-reales”. Esto podía manifestarse, por ejemplo, en buscar una vestimenta típica, alimentación, fenotipo o un espacio geográfico rural donde se encontrará la comunidad. Sin embargo, lxs indígenas cordobeses no son aquellas estatuas de cera rodeadas de monte nativo como podemos encontrar en algunos museos o en representaciones paisajísticas serranas. Lejos de eso, quienes se adscriben como comechingones, expresan que hay una historia de mestizaje, de contacto cultural, de expropiación, despojo, desarticulación, borramiento e invisibilización de su presencia, y de sus prácticas culturales. Entendí entonces, que los criterios personales para mirar la indigeneidad estaban atravesados, a modo performativo, por el dispositivo racial que constituyó a la Argentina como europea y blanca, y también, siguiendo al profesor José María Bompadre, de una Córdoba hispanista. Así, la argentinidad y la cordobesidad se configuraron como negadoras de la presencia indígena, y los comechingones contemporáneos, expresan y narran en carne propia esa experiencia de negación e invisibilización.
Territorio in-visibile (¿para quién?)
Debo ser fiel a mi habitus (diría un sociólogo conocido) y entender que mi punto de vista también se configuraba por la mirada territorial. Yo estudié geografía y la geografía social viene investigando acerca de los sentidos que diferentes agentes construyen sobre el territorio, más allá de su consideración como la base natural del estado nación.
Sin embargo, a la par de pesquisar los múltiples sentidos de lxs comunerxs acerca del territorio, un punto interesante que cambió mi mirada sobre la identidad indígena comechingona fue entender que el territorio se constituyó como un dispositivo de poder moderno. Una técnica de gobierno que se constituye en la dialéctica de la expropiación (de las tierras indígenas) y la apropiación (por construcción del ámbito geográfico de pertenencia nacional). El territorio que pisamos en la ciudad de Córdoba, al cual le otorgamos pertenencia nacional, está constituido por intentos forzosos de un estado que históricamente olvidó y negó la presencia indígena.
Si observamos los mapas catastrales (firmados por el Departamento Topográfico de la provincia de Córdoba, institución que se encargaba de mensurar y representar las tierras provinciales) puede verse cómo, en primer lugar (plano catastral de 1882) la Comunidad Indígena de La Toma aparece mencionada con terrenos (en un archivo borroso y poco claro que la marca al oeste de la ciudad); en la segunda (1888) el territorio es constituido a partir de asignación de marcas modernas de pertenencia estatal que expresa su división: como, manzanas, calles, lotes, propiedades. El mapa ya se titula “División de los terrenos del pueblito” y pone en evidencia un léxico eurocéntrico que se constituye como una herramienta en la construcción del poder gubernamental. Es este entramado (económico, legal, técnico, espacial) que se apropia de las tierras de indígenas quienes están destinadxs a desaparecer como cuerpo étnico, político y visible en la tinta de la cartografía cordobesa. De hecho, posterior al trazado de los mapas La Toma pasó a llamarse Barrio Alberdi en 1910 (y en conmemoración al centenario de la patria).
Desenterrando geografías comechingonas
Hace unos años, y como parte de mi investigación, junto a lxs comechingones del Pueblo de La Toma de la ciudad de Córdoba realizamos una serie de talleres de historia oral y mapeo colaborativo (mapeos construidos colectivamente). En estas instancias reescribimos las cartografías del territorio de La Toma a los fines de visibilizar los espacios de significancia comunitaria que habían quedado invisibilizados por la trama urbana del territorio moderno.
Realizamos varios mapas de la historia comechingona de La Toma, sin embargo, uno de los más intervenidos por el puño de lxs comunerxs fue justamente el de la época de finales del siglo XIX, (finales) que se solapa con las políticas provinciales por la expropiación y desarticulación de comunidades indígenas. Los sentidos ahí expresados tenían que ver con marcar aquellos lugares donde ocurrieron procesos de expropiación, de despojo hacia la comunidad. Pero también, simultáneamente mostrar algunos lugares que marcan la presencia de La Toma durante el siglo XIX y XX, cuando no sólo son desarticuladxs, sino que su identificación indígena pasa a ser mantenida en la clandestinidad y en el espacio privado. ¡Una indigeneidad confinada!
Habitar el palimpsesto
La presencia comechingona en el territorio cordobés así, cargaba una serie de sentidos sobre el Río Suquía, los espacios verdes, la Quebrada del Infiernillo y algunos sectores privados donde se trasmitió memoria. Muchos de ellos prohibidos y también afectados por la urbanización. Estos múltiples sentidos sobre el espacio urbano es interesante pensarlos con la idea que algunos urbanistas y geógrafos llaman de palimpsesto. Se trata originalmente de un manuscrito que conserva huellas de una escritura anterior que fue borrada. Así, varias escrituras (agencias, itinerarios, experiencias y marcas) pueden coexistir y yuxtaponerse. En efecto, podemos comprender las diferentes consecuencias y sentidos que ha tenido el pasado del tiempo en el territorio cordobés, especialmente en el de Barrio Alberdi donde hoy, a pesar de la densa estructura arquitectónica y urbanística moderna, se levantan estos itinerarios y experiencias indígenas.
En una ocasión Sergio Ferrer Acevedo, un originario comechingón, me explicó el dibujo sobre la identidad indígena en Alberdi que acá reproducimos. Expresó que, si bien la urbanización se impuso, hoy están presentes, articulándose y manteniendo la experiencia de ser comunidad indígena.
Aquí podría finalizar con una cita de algún autor reconocido del ámbito académico, pero más me interesa retomar el saber de Sergio. Son sus experiencias las que nos invitan a repensar nuestro paradigma “visual” acerca de la interpretación de lo indígena, y la manera en que habitamos y coexistimos en la ciudad. Quizás otra manera más respetuosa de rememorar a los pueblos originarios cordobeses sea también tomando el legado de sus experiencias en el presente y, aún en épocas de pandemia, abrirnos a otra sensibilidad con nuestros pares, humanos y no-humanos.
Por Lucas Palladino.
Licenciado en Geografía y Doctor en Antropología. Profesor titular del Dto. de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades – UNC.