Culto al cóndor andino

El 5 de septiembre se conmemora el Día Internacional de los Buitres. A raíz de esta fecha, Sandra Gordillo – Investigadora del CONICET, del Instituto de Antropología de Córdoba – Museo de Antropología de la UNC – propone una reflexión sobre el cóndor andino, especie emblemática del Sudamérica, que habita también los suelos y cielos de la provincia de Córdoba.

Los cóndores, al igual que los jotes, con quienes están biológicamente emparentados, son aves carroñeras, ya que se alimentan esencialmente de organismos muertos, cumpliendo por ende una función ecológica crucial en los ambientes naturales.

La especie que habita en Córdoba (Vultur gryphus) es la misma que vive en los Andes. Tiene un extensa área de distribución a lo largo y ancho de la cordillera andina y en la región central de nuestro país, vinculando siete países sudamericanos: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, y es tal su importancia cultural que es ave nacional en cuatro de ellos (Chile, Colombia, Ecuador y Bolivia).

En todo el espacio geográfico donde habita la especie es posible encontrar indicios de la importancia y reconocimiento que tuvo en el pasado, siendo venerada por diferentes culturas, principalmente andinas, como ave ancestral. Los pueblos originarios de Sudamérica percibían /perciben a los animales como deidades y respetaban/respetan la naturaleza, y en este contexto histórico-cultural creemos que es necesario revalorizar estos conceptos los cuales beneficiarían a la conservación del cóndor andino.

Si nos ubicamos en Córdoba, y pensamos en el pasado y sus primeros habitantes, inmediatamente asociaremos al cóndor con Cerro Colorado, donde el ave se ha quedado plasmado en las piedras, y desde allí “vigila nuestro devenir humano”. Si volvemos al presente, quizás la imagen sea un cóndor volando y lo asociemos a la Quebrada del Condorito, al Uritorco, o algún otro lugar de las sierras.

Con estas imágenes plasmadas, hace ya varios años desde el Museo de Antropología de la UNC se inició el trabajo con un proyecto llamado “Cóndor como Patrimonio Natural y Cultural (COPANACU)” que se traza como objetivo reflexionar sobre la presencia del cóndor en Sudamérica, siendo el punto de partida la siguiente afirmación: la raíz de muchos problemas que enfrenta la sociedad se relaciona con la pérdida de la conexión fundamental entre el ser humano y su ambiente cultural-natural.

El proyecto creció en el entorno regional y recorrió diferentes espacios. En ese transitar fue declarado de interés por el Ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba (Resolución 588/02), nació el libro La magia del cóndor y un Cuaderno para Docentes y Educadores (2014), hubo charlas y talleres en el ámbito formal y no formal e informal, música, canto, notas, poemas, relatos, anécdotas, y participaron niñas, niños, jóvenes, adultxs, docentes y personas que se interesaron.

En el año 2014, tuvo lugar en Mina Clavero-Córdoba el Primer Congreso Internacional de Cóndor y. al año siguiente, se realizó en Lima-Perú, un segundo encuentro internacional de gran envergadura, donde se evaluó la distribución y el estado de conservación del cóndor andino, consolidándose toda la información disponible sobre la especie que en ese momento estaba dispersa en distintas fuentes para traducirla en una estrategia de conservación. También en este encuentro, quedó conformado un grupo de trabajo en Educación Ambiental para la Conservación de la especie con la finalidad de replicar y consolidar un proyecto basado en la multiculturalidad dentro del espacio geográfico donde habita la especie, sobre cuatro ejes: comunicación intercultural, educación ambiental, identidad regional y especie emblemática.

En ese momento, a través de este grupo de Educación Ambiental, nos preguntamos ¿Por qué debemos conservar al cóndor andino? Y la respuesta fue que el cóndor es una especie emblemática o especie biocultural de Sudamérica. Emblemática por su valor biológico, ecológico y cultural, que hace que sea reconocida como parte del patrimonio ambiental común a lxs habitantes de un territorio. La palabra emblema, involucra un símbolo, el cual representa un concepto moral o ético. También nos preguntamos, ¿A quiénes queremos llegar? Y la respuesta fue, a todas las personas que habitan el espacio donde vive el cóndor. Por eso, es necesario que la información científica y el conocimiento generado por los y las especialistas sean socializados con la población para así tomar acción y utilizar la educación y comunicación ambiental como estrategia para la conservación de especies y ecosistemas. Creemos que toda la población debe tener la oportunidad de conocer y sensibilizarse con información relevante y mensajes positivos en pro de la conservación.

Así, después de este encuentro en Lima se llegó a la confección de un documento, que acaba de dar luz. El trabajo, realizado por todo el grupo de especialistas y colaboradorxs puede consultarse en el libro: Wallace y otros autores. 2020. Protegiendo el Símbolo de los Andes: Un Ejercicio de Priorización a lo Largo del Rango del Cóndor Andino (Vultur gryphus). Wildlife Conservation Society, La Paz, Bolivia, 196 p.

Enlace a las versiones en español e inglés: https://cutt.ly/IfnORW

La tarea siguió avanzando, en el marco del proyecto COPANACU, y durante el 2020 presentamos un corto de animación “Cóndor andino: Vuelo con raíces” en el Tercer Congreso Internacional realizado en Valledupar, Colombia. La idea fue contraponer el maltrato al que el cóndor es sometido como víctima de envenenamiento y caza, que son algunas de las principales problemáticas que atentan contra su conservación. Y la contraparte que reconoce al cóndor como un elemento integrador de la trama diversa de quienes habitaron y habitan el continente sudamericano.

Corto de animación realizado por el dibujante e historietista Carlos E. Gómez.

Así, en este recorrido, desde sus inicios hace varios años, y a través de los distintos encuentros y vivencias, el proyecto COPANACU se fue replicando, recreando y trasmutando.  Sin embargo, al pensar el marco conceptual que lo originó, la idea central, es la misma. Basta con mirar los principales problemas actuales de nuestro entorno: los globales como la COVID 19 y el calentamiento global, o regionales y locales como los incendios intencionales en los ambientes serranos, para darnos cuenta que tienen el mismo trasfondo: la pérdida del vínculo humano con el entorno  natural-cultural.

Hoy la comunidad científica reconoce un conjunto de amenazas para esta especie emblemática, incluido el calentamiento global, siendo una de las principales en Argentina la muerte de cóndores ocasionada por el uso ilegal de cebos tóxicos.

Me pregunto: ¿No será hora ya de nombrar las cosas por su nombre? La especie humana ¿debería seguir autodenominándose Homo sapiens sapiens o sería más correcto Homo sapiens demens como refiere el filósofo francés Edgar Morin?

Ante estos escenarios de conflicto y para conservar la especie surge la necesidad urgente de contar con diferentes estrategias de educación y comunicación más participativas y multisectoriales. Pero para ello, es necesario reconectarnos con nuestra humanidad y entorno.

Para finalizar, traigo las palabras de Atahualpa Yupanqui: “la vida en América tendrá nuevas rutas, descubrirá nuevos ritmos, pero el amanecer montañéz se iniciará siempre con el vuelo del cóndor”.

 Por Sandra Gordillo.

Investigadora del CONICET-UNC, en el IDACOR – Museo de Antropología de la UNC, e integrante del Grupo de Educación Ambiental y Conservación del Cóndor Andino (GEACC).

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