Se trata de una pieza de cerámica que originalmente fue apéndice de una pieza mayor. Se cree que representa un mundo simbólico en el que los animales eran los referentes principales. Estas “cabecitas de loro” trascendían lo meramente decorativo, y habrían oficiado de incensarios y sahumadores para perfumar o proteger ceremonias, hogares y lugares sagrados.

La Pieza del Mes procede del sitio arqueológico “Puesto Los Tiestos”, ubicado en el Departamento La Paz, provincia de Entre Ríos (Argentina). Esta pieza integra una colección conformada mediante las excavaciones arqueológicas realizadas por Antonio Serrano, en 1945. Mide 8,9 cm de alto por 7 cm de ancho, y tiene un espesor de 5 cm.
En la terminología científica arqueológica se denomina “apéndice zoomorfo” debido a que originalmente era “apéndice” de una pieza mayor de la que se ha desprendido (una vasija conocida como “campana” por su forma), y “zoomorfo” porque se hace referencia a que estas piezas generalmente tienen la forma de un animal, en este caso de un loro.
Luego de modelar la cabeza, el cuello y el pico en arcilla, a esta pieza se le aplicaron variadas técnicas decorativas como incisiones geométricas aisladas y continuas (denominado técnicamente “surco rítmico”) para definir la boca y las plumas; y se le agregó volumen para delimitar los ojos y el copete, logrando de esa manera representar los atributos principales del animal.
En el lenguaje cotidiano, a estas piezas se las conoce como “cabecitas de loro”, debido a que generalmente representan a estos animales en un sentido amplio, incluyendo desde loros a guacamayos.
Esta pieza forma parte de la cultura de los “Ribereños Plásticos”, denominada así por Antonio Serrano, en 1972. Fueron sociedades indígenas que poblaron mayormente las regiones ubicadas en ambas costas del río Paraná, en sus tramos medio e inferior, los márgenes del río Uruguay inferior, y la costa oriental del Río de La Plata. Posteriormente, otros autores le asignaron la denominación de “entidad arqueológica Goya Malabrigo”, sobre la base de dos de los principales yacimientos arqueológicos investigados. La ocupación de ese amplio territorio por parte de estas sociedades se registra desde hace aproximadamente 2400 años antes del presente hasta el siglo XVII, es decir, hasta tiempos coloniales, y son reconocidas como parte de la macro etnia Chaná Timbú.


Significado de la pieza
Se cree que las “cabecitas de loro” son representación de un mundo simbólico en el que los animales eran los referentes principales. Se modelaban siguiendo un código establecido según una manera de hacer que trascendía lo meramente decorativo. Incluso algunas piezas de esta entidad que aparentan representar solo a un animal muestran la combinación de dos animales, por ejemplo, la más extendida es la de loro-pez, que puede verse solo al mover la pieza en distintas direcciones, configurando lo que se denomina anatropismo.
Estas piezas habrían oficiado de incensarios y sahumadores, elementos para aromar, purificar, procesar estados de trance, perfumar, o proteger ceremonias, hogares y lugares sagrados. En determinado momento, algunas de estas piezas fueron “matadas”, apareciendo decapitadas, desprendidas de la pieza mayor. La destrucción tendría carácter ceremonial y podría deberse a celebraciones de iniciación juvenil, o para evitar su reutilización ante el traslado del campamento, o cuando alguien moría y se destrozaban sus pertenencias por considerarlas peligrosas.
Las investigaciones de Antonio Serrano en Los Tiestos
En la década de 1940, como director del antiguo Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore de la Universidad Nacional de Córdoba -actualmente Museo de Antropologías- Serrano se propuso desarrollar un programa de investigación en el terreno que le permitiera incorporar colecciones arqueológicas con las que formar una sala del Litoral argentino.
Serrano contaba con un amplio conocimiento de la región mesopotámica argentina, de su arqueología y de los pobladores locales por haber trabajado allí por veinte años como integrante del Museo de Entre Ríos. Así, en la segunda quincena de abril de 1944 realizó su campaña en un yacimiento ubicado en la margen izquierda del arroyo Las Mulas, una zona baja, anegadiza, de bañados, sauzales y pajonales, con montes tupidos en algunos sectores. El sitio, o “paradero” como él le llamaba, era una elevación natural de más de una hectárea, ocupado en parte por ranchos, corrales y chiqueros de los puesteros, ya que desde fines del siglo XVIII era zona de crianza y comercio de mulas.

Como resultado de estos trabajos de excavación conformó una amplia colección de materiales arqueológicos cerámicos, destacando en ella las piezas con forma de aves. Aunque la mayoría de las representaciones plásticas se adjudican a loros, es posible reconocer otras aves tales como: lechuzas, búhos, águila gris de copete, ñandú, pájaro carpintero, patos, cardenal de copete rojo, pirincho negro. Además, se representaron caracoles, serpientes, pumas, pecaríes, ciervos, monos carayá, lobitos de río; así como humanos, aunque en menor cantidad.
El conjunto cerámico incluye recipientes (“vasos”) con diferentes decoraciones, formas y tamaños. Siete de ellos de pequeño tamaño, “miniaturas”, que Serrano considera que podrían ser juguetes para niños. También, piezas con representaciones zoomorfas -como es el caso de la Pieza del Mes-; recipientes llamados picos tubulares; cuentas de barro de forma irregular y una cuenta realizada con un diente de “tigre”; pesas para redes (¿o piezas de collares?); torteros para los husos de hilar; otras piezas de uso dudoso: partes de pipa, materiales trabajados en hueso y en asta como puntas de flecha, punzones, arpones, espátulas hechos con huesos de cérvidos con fines de caza, trabajo en cueros o navegación.
También el conjunto incluye artefactos confeccionados en rocas areniscas existentes en las cercanías que podrían haber sido utilizados como perforadores, cuchillos, pesas, pulidores y adornos colgantes, así como bolas para boleadoras cuya materia prima procedería de la costa del río Uruguay o de la República Oriental del Uruguay. Además, materiales ferruginosos usados para extraer pigmentos rojos y amarillos. Se destacan un conjunto de objetos curiosos como piedras especiales y pequeños fósiles.
Serrano señala como “restos de cocina” a los huesos de nutria, pescados, moluscos bivalvos y, en menor proporción, de ciervos, pecaríes y cánidos. En cuanto a los cánidos, se han encontrado restos de mandíbulas y trozos de cráneos de perros. Los restos de moluscos bivalvos aparecen en mucha cantidad, esparcidos sobre el rostro de los cadáveres humanos, mayormente. Los restos humanos encontrados están tanto mezclados con materiales arqueológicos (como si hubieran sido entierros secundarios) como enterrados de forma primaria.
El asentamiento del que procede esta pieza fue ocupado y reocupado por diferentes generaciones. Las dataciones por C14 realizadas en los últimos años para este yacimiento definen ocupaciones humanas que van desde el 900 al 600 antes del presente.

El paisaje
La “entidad arqueológica Goya Malabrigo” se caracteriza por su hidrocentralidad, es decir que mayormente ocuparon y navegaron en sus canoas un territorio vinculado a los ríos Paraná y Uruguay, sin superponerse al territorio de los guaraníes. Estos pueblos se caracterizaron por tener una economía mixta de pesca-caza-recolección y una horticultura a pequeña escala de maíz, zapallo, poroto, mandioca, batata, arroz silvestre, achira. Almacenaban pescado seco, tanto ahumado como manteca seca, y maíz. La horticultura es una forma de producción de alimentos muy difundida entre los pueblos indígenas de las Tierras Bajas sudamericanas. Sobre todo, a partir del 1000 de la Era Cristiana se registra un modo de vida aldeano semisedentario.
Transformaron el paisaje creando espacios habitables en zonas inundables, construyendo sus viviendas de grandes dimensiones sobre túmulos naturales que elevaban mediante la acción humana. También hay sectores para distintas actividades como áreas de descarte, empalizadas, viviendas comunales. Es importante aclarar que hay cierta variabilidad respecto al lugar de los asentamientos, además de los túmulos o “cerritos”, ocuparon playas, albardones, planicies y barrancas de los ríos.
Como ya se dijo, ocuparon estos espacios ribereños desde hace aproximadamente 2400 años antes del presente, aunque el mayor solapamiento de fechados para todos los sitios se ubica desde el 900 – 1000 hasta 400 antes del presente, es decir, hay una continuidad histórica hasta tiempos coloniales. En el sitio del primer asentamiento de la ciudad de Santa Fe (Santa Fe la Vieja), los invasores españoles se asentaron sobre un poblado que los Ribereños Plásticos venían ocupando desde hacía 1500 años.
Bibliografía consultada:
- La publicación original de Antonio Serrano sobre los trabajos arqueológicos en el sitio Los Tiestos se puede consultar en: https://suquia.ffyh.unc.edu.ar/items/79febaf7-20bb-4104-b55c-75f6e325bfdc
- En 1972, Antonio Serrano hizo una propuesta de organización de las culturas indígenas del Litoral argentino que puede consultarse en: https://suquia.ffyh.unc.edu.ar/items/1ddc2145-49ab-4f1f-be2a-b3aa483d8541
Nota: Los trabajos de investigación arqueológica realizados en las últimas décadas en la región han crecido exponencialmente. Algunos de los que hemos consultado aquí con el fin de actualizar la información se encuentran compilados en el libro de Gustavo Politis y Mariano Bonomo “Goya- Malabrigo arqueología de una sociedad indígena del noreste argentino”, disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/132824
Texto: Mirta Bonnin – Antropóloga – Museóloga – Ex Directora del –Museo de Antropologías
Fotografía: Paloma Laguens – IDACOR – Reserva Patrimonial
Diseño: Florencia Bacchini – Área Comunicación
Ilustración: Mario Simpson – Artista plástico.
Equipo de trabajo: Soledad Ochoa – Reserva Patrimonial – Eliana Piemonte – Área Comunicación – Camila Aimar –IDACOR – Reserva Patrimonial – Agustín Ramírez –Reserva Patrimonial – Iara Angaroni – Área Recepción