Transindigeneidades: resistir desde el cuerpo y el territorio

El miércoles 11 de junio de 2025, el Museo de Antropologías de la UNC volvió a ser territorio de encuentro, cuidado y memoria. Bajo el nombre Transindigeneidades de la Sierra de Cuniputo, la sala principal se pobló de voces, imágenes y gestos que desarmaron certezas para dar lugar a experiencias disidentes y profundas.

La exposición fotográfica de Natalia Colazo, ubicada en el hall central del Museo, ofreció una serie de imágenes documentales que invitaron a mirar —con sensibilidad y respeto— un contexto situado que rara vez ocupa el centro de la escena. Imágenes que no sólo retratan, sino que también interpelan. Voces que habitan nuestro valle de Punilla desde la memoria ancestral. Cuerpos que son parte de un paisaje que resiste, que mantiene vigente los saberes del pasado e insiste en defender la dignidad que merece cada vida.

Relatos que cruzan territorios

En las sierras de Córdoba, Juana Manuela López —casqui-curaca de la Comunidad Indígena Hijos del Sol Comechingón — sostiene su vida y su lucha en un entorno que no escapa a las tensiones que sufren las comunidades indígenas y las inclemencias naturales. Los incendios forestales, muchas veces provocados de manera intencional, abren paso a los emprendimientos de barrios privados, desarrollos turísticos y proyectos extractivos que avanzan sobre el monte nativo y los vestigios arqueológicos.

Aún cuando su comunidad cuenta con personería jurídica, sólo una mínima parte del territorio está formalmente titulada. El resto, en manos privadas o en disputa, queda expuesto al desamparo de los desalojos y la especulación. Frente a esa avanzada, Juana habita ese espacio. Recorre cada zona, denuncia, y junto a otras comunidades, alza su voz y cultiva una memoria activa.

Pero su lucha también es íntima. Como mujer trans indígena y autoridad ancestral, Juana enfrenta amenazas, hostigamientos y agresiones que buscan desgastarla. Le han robado herramientas, han irrumpido en su casa, han dejado mensajes de odio. La violencia no es sólo física ni casual: es parte de un entramado que reproduce el colonialismo por otros medios, que invisibiliza culturas, borra memorias, y discrimina vidas disidentes. En esa trama, la voz grave de Juana se vuelve una firme referencia. Habla del monte, de la tierra, de la espiritualidad y del derecho a vivir de otro modo. En un país signado por fuertes anomalías, inequidades sociales y deudas históricas sin reparar, su historia interpela con fuerza: ¿qué significa habitar un espacio en disputa?

Durante la conversación en ronda, se escucharon los aportes de José María Bompadre, antropólogo de la UNC, quien acompañó con sensibilidad, precisión y compromiso el contexto de estas luchas. También estuvieron presentes las investigadoras Paola Ehrmantraut (University of St. Thomas, Minnesota), Stephanie Kirk (Washington University, St. Louis) y Mónica Lloret Carrillo (Instituto Tecnológico de Monterrey), cuyas intervenciones buscaron amplificar testimonios, borrar fronteras y sumar una comunidad más amplia.

Esas voces llegaron al Museo, y aún resuenan. En su intervención, Juana Manuela López habló desde ese lugar que la academia no termina de nombrar: el lugar de quien carga con una doble estigmatización, por ser indígena y ser trans. Pero su relato no se detuvo en el dolor ni la victimización. Puso en valor la sabiduría y la fortaleza espiritual heredadas de sus antepasadxs, y reivindicó el poder de habitar su propia historia, sin perder el fuego de lo sagrado. “Soy continuidad que incomoda”, dijo, entre muchas otras intervenciones.

La actividad se llevó a cabo mediante una gran ronda. También hubo espacio para saumos y rituales que no fueron un adorno ni un comienzo formal. Fueron parte de una ceremonia gregaria que permitió encontrar el silencio para adentrarse unos minutos en otra temporalidad. Aquella en la que lo espiritual se entrelaza con lo político, y donde las memorias ancestrales no solo se recuerdan, también se actualizan. El humo de los saumos, la palabra y la escucha compartida fueron signos de invocación y anclaje.

Más allá de las aulas

Desde el Área de Educación del Museo, participó un grupo de pasantes de nivel medio, coordinadxs por Gabriela Pedernera y Silvia Burgos. Venían de establecimientos educativos como el Williams Morris, Dalmacio Vélez Sársfield, Instituto General San Martín y el IPEM 134 Regino Maders. Indagaron sobre las luchas, la discriminación y los modos de vida indígenas. Lo hicieron desde un interés genuino que desarmó prejuicios y ensanchó sentidos. La experiencia de “Pasantías Secundarias” se convirtió así, en algo más que una práctica educativa: fue la posibilidad de dialogar y conocer una experiencia territorial, que invitaba a comprender vínculos y realidades diferentes.

También estuvo presente Ivanna Aguilera, coordinadora del Área Trans Travesti y No Binaria de la FFyH, quien sostuvo con convicción y empatía el valor de estos espacios institucionales que permiten este tipo de encuentros. Una manera de nutrirnos e integrarnos a partir de la escucha y el respeto.

Acompañó también la directora del Museo, Fabiola Heredia, quien reafirmó el compromiso del Museo de Antropologías con los saberes situados y colectivos. Un museo que no solo custodia objetos, sino que aloja procesos humanos, tensiones, contradicciones, más la tarea de generar aprendizaje y conocimientos por fuera de los límites de las aulas.

La jornada fue un acto de presencia, una práctica de escucha y un ejercicio de memoria. Porque las transindigeneidades no se describen ni se encasillan: se reconocen, se honran, se acompañan. Y en ese gesto, se abre la posibilidad de comprender otras formas de vincularnos, de habitar el territorrio, los cuerpos y generar futuros más justos.

La actividad fue organizada por el Área de Formación en Género, Sexualidades y ESI del Programa de Derechos Humanos, el Área Trans Travesti y No Binaria de la FFyH y el Museo de Antropologías de la FFyH de la UNC.

Fotos: Natalia Colazo
Texto: Irina MoránÁrea de Comunicación del Museo de Antropologías

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