Nuestra Casa

Una mirada hacia el origen y el estilo que caracterizan al edificio principal del Museo de Antropología de la UNC

La historia de un pueblo también puede rastrearse en la armazón y el diseño de cada una de sus capitales, metrópolis, barrios o suburbios. De ahí la necesidad de preservar el patrimonio arquitectónico y urbanístico de cada nación, lo que nos permite comprender los significados que se esconden en el proceso de conformación de cada una de sus ciudades. El edificio del Museo de Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC es clave en este sentido.
Testigo de la herencia dejada por nuestros inmigrantes italianos, la vieja casona que hoy nos aloja da cuenta de la arquitectura representativa que nos legó el liberalismo progresista de la generación del ´80.

Contextos
Las ideas de progreso y modernización, en boga durante la década liberal de 1870 en Argentina, comienzan a materializarse en un nuevo paradigma urbano. La ciudad de Córdoba, hasta fines de 1860, se encontraba aprisionada por las barrancas, el río Suquía y la arbolada cañada. Por esos años, distintas provincias del país comienzan a vivir  un proceso de transformación caracterizado por el crecimiento de la estructura urbana y la sustitución y renovación de la vieja tipología colonial. Propiciado por el empresario Miguel Crisol, un nuevo proyecto de ciudad abre paso a la urbanización de las tierras altas del sur en la capital de la provincia. De esta forma, nace “La Ciudad Nueva”, hoy Barrio Nueva Córdoba, pensada de acuerdo al modelo del Barón de Haussman para París.

El edificio, ahora sede original del Museo de Antropología, ubicado en la entonces Av. Argentina, actualmente Hipólito Irigoyen, integra el nuevo perfil urbano junto a una serie de edificios que caracterizaron este período de modernización.


Tendencias

La tipología arquitectónica original responde a la vivienda de medio patio. Las habitaciones no presentan diferenciación funcional, se comunican entre sí y sólo se diferencian dos áreas: la principal y la de servicios, organizadas en torno a sus respectivos patios. Los baños y cocina están alejados de las habitaciones, vinculados al segundo patio. 

Cuando Manuel Rey compra la vivienda (1917), se realizan las modificaciones fundamentales que definen la transformación tipológica y estilística de la casa, de acuerdo a los nuevos patrones arquitectónicos. Se cierra el primer patio con una cubierta con lucera de vidrios de colores,  el segundo patio se aísla con una mampara de hierro y vidrio y se incorpora un hall con la imponente escalera de mármol. Las áreas funcionales se definen claramente. Aún hoy, se observan los muros interiores del área de uso social enmarcados con molduras en rigurosa simetría con “tachas” en los ángulos, y la superficie tratada con pinturas al estuco. Los cielorrasos presentan importantes rosetones con motivos naturalistas, guirnaldas y pájaros, y los enmarques de los muros del hall, en planta alta, rematan en guirnaldas con un típico medallón central coronado por una cabeza de mujer.

La estructuración de la fachada responde al lenguaje clásico. Esto se observa en los balcones sostenidos por ménsulas ornamentadas y guirnaldas, en las ventanas enmarcadas con molduras y en ciertos elementos geométricos y medallones acompañados de motivos florales.

Una marquesina de hierro y vidrio enfatizan el acceso, incorporando así el lenguaje del Liberty, versión italiana del Art Nouveau. La puerta cancel de hierro y vidrio, las rejas de los balcones y las barandas interiores también pertenecen a éste estilo arquitectónico. Estas características adaptan la casona al nuevo modelo de “la arquitectura italianizante”, representativa de este periodo histórico.

Durante la década de 1940, la casa pasa a manos de la familia Ferraro, quienes llevan a cabo algunas remodelaciones en la cocina y se construye un dormitorio, acentuando, de esta  manera, la mayor especialización de las áreas. Finalmente, ya en 1972, la Universidad Nacional de Córdoba adquiere posesión de la vivienda y se convierte en la sede del Museo de  Antropología en el año 1998.

Ejecutada en un terreno angosto y entre medianeras, en la estrechez del espacio la Casa del Museo da testimonio de la condición social de sus antiguos propietarios. También refleja el protagonismo de la inmigración italiana, en la construcción del nuevo paradigma arquitectónico de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Un paradigma que se erige como representativo de una nueva ideología basada en las ideas de modernidad y progreso, según el modelo europeo. En este sentido, los constructores italianos ocuparon un lugar protagónico en esta extrapolación de estilos, materializando los valores estéticos de su arquitectura en la nuestra. 

Texto: Arquitecta Mariana Caro.
Fotos: Irina Morán

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