La pieza elegida para el mes de julio es el «Vaso Retrato», una figura de la Cultura Aguada del Valle de Ambato, Catamarca (500 – 1100 d.C.). La figura representa mediante modelado en cerámica, la cabeza de una persona con gran realismo. La forma particular de la nariz, como un gancho hacia arriba, los pómulos destacados y la boca con la lengua afuera, se halla también en otras piezas de alfarería, lo que posiblemente hace referencia a un personaje mítico, cuyo nombre o sentido desconocemos.
Esta pieza se halló en el Valle de Ambato, Catamarca, y corresponde a las sociedades de la Cultura Aguada, quienes vivieron hace alrededor de 1000 a 1500 años atrás en varias provincias del Noroeste Argentino, como Catamarca, La Rioja y parte de Tucumán. En las distintas regiones donde desenvolvieron su vida estas sociedades, cada una tenía sus particularidades, las que marcaban diferencias en su identidad o pertenencia a un grupo en particular, como diferentes estéticas que se observan en la alfarería, por ejemplo. Tal es el caso de las sociedades del Valle de Ambato, a quienes pertenece la Pieza del mes.
Este Vaso Retrato se encontró fragmentado, sin huellas de que hubiera sido utilizado previamente, por lo cual pudo haber sido roto a propósito, como parte de alguna acción ritual. Incluso, quizás hecho y cuidado en especial para luego ser ofrendado
En el lugar donde se halló había una acumulación intencional de objetos rotos y depositados allí durante muchos años, tales como huesos de animales, marlos de maíz quemados, pinzas y cinceles de cobre y bronce, fragmentos de pipas de cerámica y objetos labrados en hueso, que en conjunto no parece que se tratara simplemente de una acumulación de objetos rotos tirados a la basura, sino más bien de acciones de depositarlos allí con significados especiales.
Las personas de las sociedades de la Cultura Aguada vivían en casas hechas de paredes de piedra y barro, y techos de madera, concentradas en aldeas en distintos valles montañosos.
Algunas casas tenían pintadas las paredes interiores de rojo, con galerías techadas y patios donde se realizaban varias actividades cotidianas y se almacenaban alimentos en grandes vasijas.
Dentro de esas aldeas había casas de distinto tamaño, desde varias pequeñas, a otras muy grandes o extensas, y algunos pocos lugares muy especiales, de gran tamaño, con montículos y grandes espacios abiertos o plazas, que servían como lugares de reuniones o ceremonias comunales. Estos lugares se destacaban en las aldeas por su tamaño y ubicación, usualmente aislados en lugares muy visibles desde lejos, así como por tener grandes plazas y montículos con paredes de piedra donde se hacían rituales.
No se conoce con precisión la forma de organización política de las sociedades de la Cultura Aguada, pero esas diferencias en el tamaño de las construcciones son concordantes con diferencias mantenidas también entre diferentes grupos de personas dentro de la misma sociedad, y que también se manifiesta en otros aspectos, como los bienes materiales, el acceso a recursos o a bienes especiales como algunos objetos de bronce.
Por eso se piensa que se trataba de sociedades donde había diferencias establecidas entre las personas de acuerdo a su pertenencia a distintos grupos sociales, algunos pocos de ellos con más posibilidades de acceso a recursos y poder que la mayoría del resto de la sociedad.
Todos los grupos Aguada compartían un modo de vida en común, sostenido en lo económico a partir del cultivo de plantas americanas, como el maíz, el zapallo, la papa y la quinoa, principalmente, y la cría de grandes rebaños de llamas, las que utilizaban como alimento, fuente de fibra para tejidos y objetos hechos con sus huesos, así como medio de transporte de productos que traían e intercambiaban con otras regiones, a veces lejanas, como la Puna y el Norte de Chile, o los bosques nubosos o yungas de los faldeos andinos del Este.
Además del modo de vida, estas sociedades compartían varias otras cosas en común. Una de ellas particularmente importante era su cosmología o forma de entender el mundo. Se trataba de un mundo donde no sólo las personas son humanas, sino que muchos otros habitantes del entorno, como animales, plantas, rocas, ríos, vasijas, objetos y hasta estrellas u otros fenómenos naturales, poseían también una interioridad, alma o espíritu, semejante al humano y, por lo tanto, eran como personas. Eso significaba que se trataba de relaciones entre pares, por lo cual tenían mucho respeto de estos otros seres, mantenido relaciones de cuidado y reciprocidad con la naturaleza y el ambiente en general.
La Pieza “Vaso Retrato” se exhibe en la Sala Arqueología Andina en la Planta Baja del Museo. ¡Vení a conocerla!
Texto: Andrés Laguens – IDACOR
Fotografía: Paloma Laguens – IDACOR – Reserva Patrimonial
Diseño: Florencia Bacchini – Área Comunicación
Producción General: Soledad Ochoa – Reserva Patrimonial – Eliana Piemonte – Área Comunicación