Pieza del Mes de mayo: Planta de sal

Se trata de una especie de planta cosmopolita que habita generalmente en ambientes costeros, arenosos, y también en áreas disturbadas. De ella se obtiene sal de origen vegetal, utilizada por etnias del Gran Chaco como sazonador de frutos, semillas hervidas, carnes y sopas de pescado, o piezas salvajes de caza.

La mayoría de las etnias del Gran Chaco no accedían directamente a salares explotables y obtenían la sal por medio de intercambios con pueblos periféricos -sobre todo andinos- o bien usaban sales contenidas en vegetales. 

La planta Sesuvium portulacastrum (Familia Aizoiaceae) es una especie cosmopolita que habita generalmente en ambientes costeros, arenosos, salinos o no salinos, y también en áreas disturbadas. De ella se obtiene sal de origen vegetal que utilizan ancestralmente las etnias del Gran Chaco, y que lleva el nombre de “ibobec mapic”. Este nombre resulta un tanto confuso y no se sabe con precisión a qué grupo étnico pertenece, ya que combina una parte en guaraní (ibobec, probablemente de ivope´) y otra en toba y mocoví (mapic).

El procedimiento de obtención de esta sal vegetal, puede resumirse en cinco pasos. Primero, se selecciona la planta adecuada: se eligen plantas con alto contenido en sales capaces de acumular en sus tejidos altas concentraciones de iones minerales como el sodio, potasio, calcio y magnesio. Luego se procede al corte y secado, se recolectan por lo general tallos, hojas o corteza, y se dejan secar al sol o se usan directamente verdes cuando se trata de follaje o ramas tiernas. Después, la planta -fresca o seca- se quema en forma controlada hasta obtener una ceniza fina o polvo ceniciento con bastante carbón (por lo que se la denomina también “sal negra”). A continuación, se separa la ceniza más pura -a veces se la cuela o se decanta- y esta ceniza mineralizada puede ser reutilizada como sustituto de la sal común o cloruro de sodio, muchas veces se conserva en potes o calabazas. La ceniza puede usarse directamente como condimento fresco, o diluirse en agua, decantarse y hervirse para obtener un residuo más concentrado (a veces cristalizado). 

Los principales usos de la sal vegetal son como sazonador de frutos y semillas hervidas (especialmente caparidáceas como la “bola verde”, la “sacha sandía” o el “poroto del monte”), de ciertas carnes y especialmente de sopas de pescado o de piezas salvajes de caza.

El material que se muestra en los tubos fue colectado hace más de 80 años, en 1944. Es necesario señalar que, por tratarse de un dato etnobotánico -si bien la sal se encuentra bien conservada- se esperaba como ideal que el material vegetal hubiese sido colectado de acuerdo a los cánones de la ciencia botánica (recolección en estado fértil, prensado, desecado,  rotulado y posterior ingreso a un Herbario oficial). Al parecer, en esta ocasión, el material vegetal no se encuentra en buenas condiciones de conservación, no obstante, la sal parece haberse conservado. 

Se trata de una donación de Lázaro Flury (1909-2002) a Antonio Serrano, albergada hasta la actualidad en la Reserva del Museo de Antropologìas.  El coleccionista fue un profesor, investigador, escritor y difusor del folclore argentino. En su momento, se consultó también la experticia del científico Armando Hunziker del Herbario del Museo Botánico de la UNC, para la identificación del material vegetal que se encuentra en las bolsas rotuladas. 

Por otra parte, para dar valor documental al material etnobotánico y su conocimiento vernáculo se necesita validación: contar con un conocimiento previo de la fonética y escritura de la lengua de los nativos; corroborar con más de un informante su nombre vernáculo y utilidad; y promover un apropiado cuidado, etiquetado y conservación del material vegetal.

El empleo de sal vegetal sólo queda en el recuerdo de personas muy ancianas de comunidades chaqueñas y muchas de ellas no llegaron a verlo como práctica; de hecho su uso se extendió hasta principios del siglo XX, y posteriormente fue totalmente suplantado por la sal comercial. 

Sin embargo, las nuevas tendencias en la búsqueda de productos naturales y saludables, y la revalorización del consumo de plantas silvestres, ha concitado una renovada curiosidad e interés por estas prácticas tradicionales, que se consideran más sustentables, nutritivas y saludables. De allí que no se deberían desdeñar estos saberes, que tal vez en un futuro no muy lejano formen parte de una renovada gastronomía cultural.

Texto: Gustavo Martínez – IDACOR

Fotografía: Paloma Laguens – IDACORReserva Patrimonial

Diseño: Florencia Bacchini – Área Comunicación

Equipo de trabajo: Soledad Ochoa – Reserva Patrimonial – Eliana Piemonte – Área Comunicación – Camila Aimar –IDACOR –  Reserva Patrimonial – Agustín Ramírez –Reserva Patrimonial – Iara Angaroni – Área Recepción

  • Fuentes:
  • Arenas, P. 1992. El Chaco, su gente y las plantas. Universidad Nacional de Córdoba (España). 50 pp.
  • Arenas, P. 2003. Arenas, P. (2003). Etnografía y alimentación entre los tobas-Ñachilamole# ek y Wichí-Lhuku´ tas del Chaco Central (Argentina).
  • Vuoto, P. M. 1981. Plantas útiles entre los Toba-Taksék. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto» Tilcara», Centro de Investigaciones Regionales.
  • Flora del Con Sur. Web
  • Agradecimiento: A Pastor Arenas por brindarme asesoramiento y orientarme con bibliografía etnobotánica.

Scroll al inicio