A raíz de la nota de opinión de Gustavo Iaies, publicada en el diario Clarín, “La educación en tiempos de pandemia: no les propongamos a los chicos el camino de Anna Frank», la antropóloga Ludmila Da Silva Catela – especialista en temas de memoria–, alerta sobre la banalización de la crueldad, al comparar las brutales experiencias de dolor y muerte que se vivieron en los tiempos del nazismo, con la vida de cuidados que debemos asumir para atravesar esta pandemia. Nos presenta así, un texto de Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank Argentina, tras leer la nota del diario Clarín, donde se pregunta: ¿Qué tiene que ver esta historia con la pandemia? ¿Hasta qué punto es posible la comparación del régimen más cruel de la historia con la COVID 19? Shalom reflexiona sobre la peligrosa manipulación de quienes, desde un discurso “preocupado” con la educación, generan frases irresponsables para forzar una mirada distorsionada del presente.
Leí tan sólo el título de la nota del diario Clarín, “La educación en tiempos de pandemia: no les propongamos a los chicos el camino de Anna Frank ¿Les decimos que sigan encerrados y se olviden de lo que pasa afuera? No parece el mejor camino como sociedad”, firmada por Gustavo Iaies, y sentí de golpe un gran rechazo, sin siquiera haber leído el contenido. Y al leerla el rechazo devino en desconcierto, primero, y finalmente en profunda indignación.
Tal comparación de la situación de nuestrxs hijxs, quienes viven hoy en libertad y presencian sus clases desde casa, que pueden almorzar, cenar, desayunar, y hasta salir al sol todos los días, con la vida de lxs niñxs que padecieron en carne propia el Holocausto ‒en este caso con Ana Frank‒ era como mínimo una locura. Más aun cuando quien firma la nota es un “educador”, con título universitario y director de una institución pedagógica.
Primero deseché todo y dije no vale la pena. ¿Qué no es capaz de hacer Clarín, como diario opositor, con tal de construir una imagen negativa de este gobierno? Luego leí los comentarios de sus propios lectores. Era unánime la calificación de la nota como “una locura”, “demencial”, “mentirosa”, “inescrupulosa”.
Luego pensé en los procesos de memoria, y en cómo aquellos que banalizan estos procesos con sus retorcidas construcciones ideológicas, bien saben apelar a imágenes y representaciones de situaciones límites para proponernos lecturas forzadas y descontextualizadas del presente.
Hace muchos años atrás entrevisté a sobrevivientes del Holocausto para el proyecto que llevó adelante la Fundación Spielberg. Cada vez que terminaba una de esas entrevistas me quedaba con la amarga sensación de que nunca más podría quejarme de nada de lo que me pasara o del modo en que transitaba mi vida. Recuerdo, entre otros relatos desgarradores, el de un hombre mayor, quien me contó sus vivencias durante el Holocausto. Por meses, y siendo un niño, había vivido en un sótano. Lo que más me impactó fueron sus expresiones y sus recuerdos sobre la pesadez del aire y la dificultad para respirar allí dentro. Había sólo un tubo que permitía el ingreso de aire, y que les hacía posible seguir respirando. No encontraba palabras para explicarme, para darme a entender el hambre que había padecido en esos días. Y el miedo que sentía cada vez que su padre se arriesgaba a salir, en busca de comida. Un pedazo de papa o pan, si es que conseguía. No había allí más que sufrimiento, dolor, crueldad, en esa infancia sometida y atravesada por el nazismo.
La pandemia está atravesando a muchas infancias y seguramente el aislamiento social, la escolarización virtual, la (no) disponibilidad de recursos para paliar la crisis sanitaria, social y económica que implica y las formas de vivirla son tan variadas como la multiplicidad de experiencias humanas posibles. Inmediatamente pienso en mis hijxs y cómo viven hoy la pandemia, hacen sus tareas para la escuela, entran en contacto (virtual claro) con sus docentes, hablan con sus amigxs por Zoom, llaman a sus abuelxs por teléfono, ven televisión, escuchan música a todo volumen, juegan a la Play hasta las cinco de la mañana, a veces ayudan a cocinar, lavar o poner la mesa. Viven en absoluta libertad. Y a pesar de que extrañan los encuentros y las risas cara a cara, hasta disfrutan de este tiempo “diferente” en el cual no está en riesgo su vida y saben que en algún momento podrán volver a vivir como antes. Se cuidan y tienen conciencia de que lo que está pasando nos afecta a todxs, que es un virus y que esperamos una vacuna para poder volver a una “nueva normalidad”. No ignoran lo que pasa, porque su vida cambió, como la de todxs. No pueden olvidarse porque viven este cotidiano.
Resulta indignante e inconcebible esta banalización del sufrimiento y la crueldad del extermino, al comparar las brutales experiencias de dolor y muerte que se vivieron en esos tiempos, con la vida de cuarentena que hoy sostenemos para atravesar de la mejor manera posible esta pandemia. No se puede comparar lo incomparable.
Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank Argentina, nos comparte un texto que escribió tras leer la nota del diario Clarín que ponemos aquí a su disposición. Héctor Shalom se pregunta ¿Qué tiene que ver esta historia con la pandemia? ¿Hasta qué punto es posible la comparación del régimen más cruel de la historia con la COVID 19? Reflexiona sobre este tema y nos ayuda a pensar en los riesgos e irresponsabilidades de quienes desde un discurso “preocupado” con la educación generan frases irresposansables para imponer y forzar una mirada del presente.
Por
Por Dra. Ludmila Da Silva Catela
Investigadora del Instituto de Antropología de Córdoba /Conicet – Área Científica del Museo de Antropología UNC.
ANA FRANK: una historia, un contexto, un legado.
¿Qué tiene que ver con la pandemia? Los riesgos de las comparaciones descontextualizadas.
La historia de Ana Frank es la de una adolescente nacida en Alemania en 1929, que con su familia huyó a sus 4 años a los Países Bajos pensando que el nazismo no iba a llegar allí.
Cuando en mayo de 1940 los nazis invaden Bélgica, Francia y Holanda, las leyes antijudías entran en vigencia y la discriminación, violencia y persecución también.
En junio de 1942, al cumplir sus 13 años, recibe de regalo un diario íntimo. Comienza a escribir y a las pocas semanas, ante la citación a su hermana Margot ordenando que se presente para ser llevada a los campos de trabajo, sabiendo lo que eso implicaba, deciden esconderse en la “Casa de Atrás” de la pequeña fábrica en la que trabajaba su padre Otto en el 263 de la calle Prinsengracht.
Ana escribe su Diario durante las primeras 3 semanas estando en ‘libertad’ y luego en los 25 meses que permaneció escondida junta a su familia y a otras 4 personas, gracias a la comprometida actitud de 6 personas que asumieron el riesgo de protegerlos. Es la historia de perseguidos y de protectores.
Se esconden de la encarnizada persecución del régimen nazi: el régimen que provocó las mayores atrocidades de la historia de la humanidad, asesinando en las formas más brutales, incluyendo las cámaras de gas.
Ana Frank es sólo la historia de una de los millón y medio de chicos judíos asesinados, de los 6 millones de judíos, de los más de 10 millones de personas asesinadas por su sola condición de “ser”: afrodescendientes, homosexuales, Roma y Sinti (gitanos), personas con discapacidad -entre otros- porque “contaminaban la raza aria pura”.
Ana Frank fue trasladada a Westerbork, luego a Auschwitz y finalmente al campo de concentración de Bergen Belsen en Alemania, donde muere de tifus a comienzos de 1945. Ana Frank permaneció escondida, perseguida por el régimen nazi y fue asesinada por su sola condición de judía.
Su Diario se convirtió en un testimonio de resistencia al nazismo y una fuente de inspiración a millones de personas en el mundo para trabajar por una sociedad sin violencia y sin discriminación, en la construcción de inclusión y convivencia en las diversidades, para denunciar las atrocidades de las guerras y la propagación del odio racial, religioso, político o en cualquiera de sus manifestaciones.
¿Qué tiene que ver esta historia con la pandemia? ¿Hasta qué punto es posible la comparación del régimen más cruel de la historia con la Covid 19? ¿En qué medida existe relación con proteger a la población del contagio por contacto social y el encierro por persecución nazi? ¿De qué manera podemos asimilar las hostiles condiciones de encierro con la escucha diaria de bombardeos y la amenaza de ser descubiertos y asesinados? ¿Eligió Ana Frank que exista un régimen nazi, para elegir esconderse y permanecer en silencio cada día entre las 8 y las 18 hs para evitar ser descubiertos?
Toda comparación en nada contribuye a entender qué ha sido el nazismo, el Holocausto y sus nefastas consecuencias y en nada contribuye a comprender la dureza de la pandemia y qué podemos hacer con este momento que nos ha tocado vivir.
Toda vez que el Holocausto y la historia de Ana Frank es utilizada con fines político-partidarios para denostar tal o cual persona o decisión, se banaliza su historia y las de los millones de asesinados, de los cientos de miles de víctimas y sus familias, se lastima, hiere y confunde.
Quienes nos dedicamos a la educación en la memoria, tenemos una visión de cuánto la historia nos ayuda a comprender el presente. Lo hacemos con profundo respeto por la Historia y sus contextos y profundo respeto por los educadores y estudiantes. Tenemos una visión de pedagogía de la esperanza: portamos el legado de Ana Frank, conceptos de responsabilidad social por los otros y un espacio significativo del rol de los protectores; promovemos reflexión acerca del significado de ‘ser protectores’ en nuestros días, frente a los más vulnerados y a quienes más padecen cada momento, también hoy en la pandemia.
Asimismo, abordamos la actitud de Ana Frank que, como víctima, no aceptó pasivamente su condición de tal, hizo de la lectura y de la escritura sus actos de resistencia y sus actos de libertad. Es con estos conceptos que podemos propiciar identificación con las elecciones que ella hizo ante tamaña adversidad y hostilidad.
El legado de Ana Frank está en sintonía con los valores de la educación de entusiasmar, esperanzar y estimular.
Ella no eligió la vida que le tocó, sí eligió qué hacer con eso.
Ninguno de nosotros eligió la pandemia, ningún actor político en el mundo lo hizo, de cualquier corriente de pensamiento. Es legítimo debatir acerca de las posiciones y decisiones, también frente al riesgo o no del regreso a clases y sus condiciones; pero creo que no debemos usar su triste historia y su terrible contexto para dirimir estos debates.
Hoy el Museo Ana Frank diseñó visitas virtuales con guías en vivo para educadores, estudiantes y familias, para comprender su historia y contexto y propiciar reflexiones acerca de actitudes protectoras en el contexto de la pandemia.
Lic. Héctor Shalom
Director del Centro Ana Frank Argentina
CABA, 28 de agosto de 2020