Pluma Blanca resiste en su territorio

La comunidad Indígena Kamiare Comechingon Pluma Blanca e  investigarxs del Instituto de Antropología de Córdoba – Museo de Antropologías de la UNC relevaron el territorio de la comunidad a fin de poner a disposición un mapa que dé cuenta de las dimensiones reales del lugar. La acción es una herramienta más en la lucha que lleva adelante Pluma Blanca por conservar su territorio, en medio de la situación de violencia que padecen.

La comunidad de Pluma Blanca resiste en su territorio luego de reiterados hechos de violencia y a la espera de la audiencia pública programada para el 21 de julio donde se expondrán las múltiples pruebas de su ocupación del territorio, en el intento de frenar la orden de desalojo que pesa sobre ellos.

La Comunidad habita en el monte que rodea el río Chavascate, entre Candonga y El Manzano, en Sierras Chicas. Su territorio colinda al oeste con Canteras El Sauce y al norte con el barrio privado Ticupil; y son estos intereses mineros e inmobiliarios los que vienen cercando a la Comunidad con una escalada de ataques violentos en el afán de obligar a las familias a abandonar el territorio.

Puntualmente, la orden de desalojo contra la que la Comunidad tiene que luchar ahora fue librada siguiendo el pedido de Luis Remonda, miembro de la familia que era dueña del diario La Voz del Interior, quien tiene una escritura de las tierras y desconoce la presencia de la comunidad en el territorio, y los procesos históricos que invisibilizan complejidades de la presencia indígena muchas veces devenida en comunidades campesinas, además de ignorar las estrategias de sustento de las personas y sus múltiples vínculos con el territorio.

“La lucha viene de hace muchas generaciones, porque la generación anterior a la mía ya venía sufriendo todos estos ataques por parte de gente que quiere quedarse con las tierras que pertenecían y pertenecen a las comunidades indígenas. Acá había muchísima gente y se la fue acorralando, obligándola a irse”, dijo Carlos López, Nawán de la Comunidad Pluma Blanca, quien guio a lxs investigadorxs en el territorio a mapear.

Durante el relevamiento del territorio se constató tanto la  numerosa presencia de canteras en medio de las serranías como el crecimiento que tuvo en los últimos años el barrio privado, a pesar de la orden judicial que obliga desde 2019 a la empresa  Ticupil S.A. a paralizar las obras porque la zona donde construye está catalogada como “roja” por la Ley de Bosques.

En contraste con estos intereses, la comunidad de Pluma Blanca habita el territorio de manera respetuosa con el ambiente, continúa con prácticas de producción aprendidas de sus antepasadxs, protege el monte nativo, custodia los sitios sagrados, como el denominado “Cementerio indígena”, uno de los sitios ubicados en el paisaje arqueológico que es parte del territorio de la Comunidad; y mantiene la memoria ancestral de las familias indígenas de las Sierras Chicas de Córdoba.

Historia de la Comunidad

La historia de la Comunidad reconoce su origen en un tiempo muy lejano. “Mis padres y abuelos habitaron estas serranías desde antes de mi nacimiento. Ellos me transmitieron sus costumbres, creencias y conocimientos, lo que practicaban abuelos y bisabuelos sobre el cuidado de la tierra, prácticas comunitarias con las familias de la zona, conocimientos de las hierbas y ‘yuyos’ del lugar y su aplicación para distintas enfermedades”, contó López.

 “Además, existen muchas prácticas comechingonas que seguimos usando, como la manera de amansar caballos salvajes, las carneadas de animales; se conservan relatos de sucesos en la zona, la manera de curar los parásitos y la rabia en los animales con hierbas del lugar; y el vínculo con el territorio, los guardianes del río y de la sierra a quienes se les pide cuidado y compañía en los momentos importantes de la vida familiar”, relató López y explicó también que su familia cuida de los ancestros que siguen en el enterratorio del lugar y de los morteros que allí se encuentran.

Actualmente, las familias de la comunidad poseen 10 caballos, 9 vacas y 8 cabras, viven de sus animales (que eventualmente venden o carnean), venden leña, y hacen changas. Sólo en casos de extrema necesidad llegan a cazar algún animal ya que consideran esa práctica perjudicial para el equilibrio del ambiente.

Durante el trayecto de mapeo, Carlos relató historias vinculadas a los cerros del lugar, los efectos de la existencia de las canteras tanto en la geografía y el paisaje como en la vida de quienes integran su familia. Su padre trabajó en la cantera desde niño y su cuerpo evidenció a muy temprana edad las consecuencias de esas tareas. También compartió los nombres de cada cantera y el recuerdo de quienes perdieron su vida en esos lugares.

La forma de vida de la comunidad está marcada por múltiples violencias inscriptas en sus cuerpos y memorias. Y es con todos esos pesares que deben afrontar también las intimidaciones y los reiterados intentos de desalojo.

Carlos López, Nawan de Pluma Blanca

Pruebas de la continuidad de la presencia indígena hasta el presente

Otra acción llevada a cabo con el fin de brindar evidencia científica acerca de la presencia continuada de población indígena en la zona, es un informe elaborado por investigadorxs con especialidad en arqueología, bioantropología y antropología social del IDACOR – Museo de Antropologías. En el Informe, lxs investigadorxs expresan su preocupación “por las continuas amenazas y permanentes atropellos que sufren quienes integran la Comunidad Comechingón Pluma Blanca de la Localidad de Candonga – El Manzano”.

“Esta comunidad es sometida permanentemente, y desde hace casi una década, a las más variadas formas de violencias sobre el cuerpo de las personas que la integran, en su territorio y  viviendas, en los animales y flora que los rodean, a manos de particulares que obran bajo intereses espurios, con el fin de expulsar a las personas del territorio. Asimismo son víctimas  de violencia e invisibilización en sus formas institucionales y simbólicas, por parte de las diferentes administraciones del Estado que han desatendido estos reclamos y, en muchos casos, han sido funcionales a los intereses de terceros”, destaca el Informe  que fue la base de una declaración de la Facultad de Filosofía y Humanidades en el mismo sentido.

Con el fin de aportar a la lucha de la Comunidad, el Informe acerca  datos sociohistóricos que destacan el valor patrimonial de la zona y remarcan la importancia de “generar estrategias de cuidado a los bienes culturales, arqueológicos, las personas y demás seres vivos que allí habitan, resguardando las memorias locales y regionales así como contribuir al cuidado del monte nativo”.

En primer lugar, se señala que el territorio de la comunidad cobija una larga historia de ocupación originaria. El relevamiento de la información arqueológica publicada en revistas científicas y sistematizada en una base de datos realizada por la antropóloga Roxana Cattaneo y colaboradorxs pone en evidencia que el área contó con una alta densidad demográfica en el pasado prehispánico. “Únicamente en el Departamento Colón, esta sistematización pudo registrar 47 sitios arqueológicos y asentamientos originarios con distintas funcionalidades (residenciales, ceremoniales, logísticos, etc.) que al estar conectados entre sí definen un ‘paisaje arqueológico’”.

De ese modo, toda la información medioambiental de la región cobra importancia y debe ser resguardada.

El Informe también señala que desde la década pasada avanzan en Córdoba los proyectos extractivistas y negocios inmobiliarios que afectan los territorios que por generaciones han ocupado y ocupan las comunidades indígenas de Córdoba, y que se instancian en intentos de desalojo, amenazas a sus habitantes, destrucción de inmuebles, matanzas de animales, incendios provocados y en la formalización de proyectos de eliminación de recursos naturales (canteras, minería a cielo abierto) e inmobiliarios.

“Estas acciones se articulan con argumentos que interpelan la autenticidad y autoctonía de las comunidades indígenas de Córdoba, desconociendo por un lado, que la legislación vigente (nacional y provincial) reconoce la preexistencia al Estado nación de pueblos indígenas y da formato jurídico a la existencia de comunidades. Por el otro, desconociendo procesos de despojo, desterritorialización y reterritorialización en la larga y corta duración de las comunidades y grupos de familias indígenas —desde época colonial pero también ya conformado los Estados nacional y provincial— reforzando así imaginarios y estigmatizaciones que aportan a discriminar, racializar y desconocer sus derechos”, apunta.

Y señala el incumplimiento de la legislación vigente en Argentina y en la provincia de Córdoba: “Especialmente la vigencia del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) —que tiene jerarquía supralegal en nuestro país— y de la Constitución Nacional a través del Art.75, Inc. 17, que reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas, y las obligaciones del Estado al respecto. Que además se encuentra vigente la Ley Nacional N° 26.160 de emergencia territorial en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades originarias, que suspende la ejecución de sentencias, actos procesales o administrativos cuyo objeto sea el desalojo o desocupación de las tierras que ocupen las mismas”.

Este Informe con evidencia arqueológica y bioarqueológica en consonancia con las prácticas y los relatos sobre sus padres, madres y abuelxs de quienes integran hoy la Comunidad Pluma Blanca, da cuenta de la continuidad de la presencia de los pueblos originarios en estas latitudes a pesar de los esfuerzos de un Estado moderno que buscó invisibilizarlos.  

Con todo esto en vista, el relevamiento territorial consistió en cargar en un GPS las coordenadas de los límites reales del territorio de la Comunidad, que comprende más de 120 hectáreas, con el fin de tener un mapa fidedigno de cara a la audiencia pública. El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas realiza por estos días también el debido relevamiento. Todas estas acciones tienen el propósito de brindar pruebas para evitar el desalojo dispuesto por el Juez José Antonio Sartori y que pareciera inevitable según el ámbito jurídico. Mientras tanto la Comunidad Pluma Blanca resiste acompañada por las demás comunidades indígenas, referentes sociales e instituciones que esperan que se haga Justicia.

Fotos: Glenda Mackinson

Texto: Eliana Piemonte
Area de Comunicación

Equipo de trabajo: Thiago Silva Ferreira Da Costa, Fabiola Heredia, Cesar Marchesino, José María Bompadre, Carolina Álvarez, Christian Nicolás Galván y Alejo Gabriel Chávez.

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