“A nosotros, no nos envió nadie”

En este artículo, la antropóloga María Pilar Velazquez, analiza las modalidades de legitimación y deslegitimación en la participación política, a partir de las luchas y atropellos que enfrentan las comunidades y distintos sectores de trabajadores de la provincia de Jujuy.

Desde que comenzaron a visibilizarse las luchas acaecidas en la provincia de Jujuy por parte de distintos colectivos sociales (comunidades de la Puna y la Quebrada, sector docente, organismos de derechos humanos, estudiantes, y otros sectores autoconvocados) en contra de la reforma (in)constitucional que el gobernador Gerardo Morales juró, mientras un estallido social y represión acontecía en las afueras de la Legislatura, numerosos discursos se visibilizaban en diferentes medios y plataformas de comunicación. Afirmaciones y discursos que tienen larga data en relación a la protesta social y las movilizaciones políticas dentro del llamado sentido común argentino.

Así, mientras se veían y escuchaban por televisión, en videos de Instagram y Facebook declaraciones como: “Aquí no nos envió nadie”“Somos autoconvocados”; o “No somos militantes ni enviados por nadie”; éstas entraron en tensión al intentar anteponerse a las declaraciones del propio Gerardo Morales, publicadas vía Twitter: “El accionar del Gobierno nacional forma parte de una decisión arbitraria: acompañar a los delincuentes y joderle la vida al pueblo jujeño”. U otros discursos de sectores afines a Morales que aseguraban que el Kirchnerismo y el gobierno nacional estarían por detrás de las movilizaciones, haciéndolos directamente responsables del levantamiento del pueblo jujeño en su contra.

Sin dudas, uno de los puntos más neurálgicos y necesarios de esta lucha, fue la unión de numerosos sectores sociales y de distintas trayectorias, tanto políticas como laborales: la participación de los mineros, el sector rural y campesino, las comunidades indígenas de la puna y la quebrada, trabajadores de la cultura, partidos políticos, militantes universitarios, etc. Con la tenacidad y apoyo de todos estos sectores, la lucha se hacía día a día más conocida entre todo el territorio nacional.

Sin embargo, este punto que vincula movilización social y desmarcación partidaria, nos invita a pensar en los procesos de legitimación-deslegitimación y nos suma a una discusión macro de la política argentina de larga trayectoria histórica. Por momentos, ese discurso parece acercarnos a la premisa de que: al no hacerse presente la política partidaria, el reclamo de los y las jujeñas sería más legítimo, a la vez que, a mayor presencia de política partidaria (visibilizada en banderas, pecheras, remeras, etc así como actores clave) el reclamo se deslegitima. Sumado a esto, entran en juego una noción clave: la de la “pureza” política y en su inevitable “contaminación”. Puntos sobre los cuales volveremos en los siguientes párrafos.

Para reconstruir el campo social y político en que se insertan estas demandas, es necesario recordar que apenas asumió Gerardo Morales como gobernador de Jujuy en diciembre de 2015, sus discursos apuntaban a «terminar con el clientelismo en la provincia», adjetivación dirigida hacia la militante Milagro Sala y toda su plataforma.

En ese marco y mediante el Decreto Nº 403-G-16 del Poder Ejecutivo, Morales estableció que las 16 organizaciones sociales que se encontraban manifestándose en la plaza Belgrano en pedido de diálogo con el gobernador, tenían plazo hasta la medianoche del 14 de enero para empadronarse en el Plan de Regularización y Transparencia de Cooperativas y Beneficios Sociales. De lo contrario, perdían los beneficios sociales y se suspendería su personería jurídica.

La respuesta de la organización Tupac Amaru se hizo presente: denunciaban la connivencia con el partido de Juntos por el Cambio para la desarticulación de su organización, mediante las firmas de decretos que le declaraban una clara guerra, dándoles ultimátums, amenazando con descooperativizarlos y con la suspensión de dichos beneficios. La justificación de los hechos se hilvanaba a través de nociones tales como la restitución de la ley, la instauración del orden, la transparencia y el fin del clientelismo. Que en otras palabras, hacían la directa asociación con el salvajismo, el desorden, el caos, a la plataforma dirigida por Milagro Sala y por su intermedio, al kirchnerismo, con las ya conocidas categorizaciones deslegitimantes e inferiorizantes. Así, la imagen de un gobernador protagonista de una gesta heróica se hacía visible a través de estos ideales y para quien su misión era rescatar a la provincia del “caos” y la “violencia”.

En “El porqué de los que van”, tesis de doctorado de la antropóloga Julieta Quirós (2011), la autora analiza a partir de una revisión bibliográfica sobre el movimiento piquetero, la consolidación de dos imágenes morales sobre la Argentina post-crisis 2001: Argentina de la resistencia constituida por la emergencia de diferentes experiencias de organización social y política —entre las que se destacó el movimiento de trabajadores desocupados— y la Argentina del clientelismo que interpretó como la prueba de la persistencia de prácticas políticas, orquestadas y manipuladas desde diferentes sectores del establishment político. En su análisis del binomio representación/clientelismo presente en la literatura especializada, la autora revela “la existencia de dos explicaciones tácitas de porqué los sectores populares participan de hechos políticos: mientras que la idea de resistencia involucra una acción legítima —la gente participa por adhesión a un conjunto de ideas o por compromiso con una causa— el clientelismo encierra razones ilegítimas —interés, instrumentalismo, necesidad—.” (Moreira, 2011: 246).

Si bien no es mi intención ingresar en el terreno de las álgidas discusiones teóricas sobre «relaciones clientelares», vale aclarar que en este sentido, el trabajo de Javier Auyero, publicado en 1997, fue un texto fundador en este campo de estudios; allí, el autor sostenía que lejos de pertenecer al pasado o de representar una simple desviación que la modernización política puede corregir, el clientelismo es un elemento constitutivo de las democracias modernas (Vommaro y Quirós, 2011) abonando así a las ideas planteadas por Gupta sobre el desorden como constitutivo de las prácticas estatales modernas y no como un aspecto disfuncional (Gupta, 2015). En este punto, se genera un escisión entre las formas en que determinados campos disciplinares miraban el fenómeno y cómo la etnografía proponía hacerlo: lejos de tratarse de una relación simple costo-beneficio, de intercambios calculados e insertos en las lógicas costo-benficio, el clientelismo fue visto como una relación social de intercambios recíprocos, en donde las cadenas de prestaciones y contraprestaciones y las obligaciones morales y afectivas entraban en juego. Para lo cual, señala la importancia de restituir el punto de vista de quienes participan de aquellas prácticas y así poder captar sus estilos, habilidades, repertorios y hábitos que acompañan esos intercambios (Auyero, 2002: 40 en Vommaro y Quirós, 2011).

En su intento por romper las escisiones entre “voluntad” y “compromiso”, intenta desarticular estas imágenes morales —nutridas tanto por la sociología de los movimientos como por los estudios sobre clientelismo— (Quirós: 2010: 17). Desde su etnografía, se sitúa en la trama de relaciones y experiencias vividas entre dirigentes piqueteros, punteros políticos y las personas que los acompañan e intenta ir más allá de las nociones que circulan en el sentido común y de las cuales muchas veces los actores sociales se apropian y resignifican. La pregunta por el  porqué nos remite a modos esencialistas de pensar la participación política de las personas, por lo cual la autora apuesta por preguntarse más bien por el cómo. Al acentuar los procesos por los cuales sus interlocutores se enganchan y des-enganchan de la política, es decir, “al pasar de la pregunta por el por qué a la indagación del cómo, logra en un mismo movimiento hacer inteligibles prácticas y motivaciones de los sujetos opacadas por las imágenes morales de la resistencia y el clientelismo” (Moreira, 2011: 246).

Otro de los puntos a considerar es uno que trae en su investigación Virginia Manzano (2013), en relación a cómo en el marco de estas demandas se traza una distinción tajante entre el Estado y la sociedad. Se desplaza la atención otorgada a los movimientos, la acción colectiva o el Estado como entidades separadas que entran en una relación instrumental, para dar cuenta de “tramas relacionales que forman histórica y culturalmente a estas entidades como escindidas” (Manzano, 2013: 64).

En ese sentido, Schavelzon (2007) en su etnografía sobre las nociones nativas de “gestionismo y politicismo” como dos estilos de gobierno en la comisión municipal de la vivienda en la ciudad de Buenos Aires, nos muestra cómo Gestión (o, a veces, “técnica”) y Política, constituyen un par a partir del cual eventos, acciones, decisiones, personas y relaciones, son clasificados y dotados de sentido. Un lenguaje compartido por  los diversos actores, y una clasificación siempre contextual y relacional. También, una clasificación dinámica,  pues aún cuando hay un esfuerzo colectivo por mantener ambas esferas como separadas, las personas perciben cómo, en cada momento, se invaden y contactan (por ejemplo en  la acusación de hacer política en la gestión, o en la evaluación de una gestión como política); se complementan o transfiguran. En ello, los binomios de “mezcla” y “pureza” se aglutinaban a las nociones locales de “politicismo” para el caso de la pureza y de “gestionismo” para el de la mezcla. Entre la mezcla y la pureza estan los que se ubican del lado de la política, los que están de modo nítido en la gestión, y también los que son percibidos con un lugar ambiguo respecto a los dos extremos de  la clasificación (Schavelzon, 2007: 55).

Aquellas personas que trabajan en las ocupaciones de tierras, explica Manzano en su etnografía, combinaban saberes relativos a la implementación de políticas estatales, a alineamientos de partidos políticos y a tradiciones de organizaciones colectivas en el ámbito del barrio. Este hallazgo le permitió demostrar cómo Estado y sociedad se hilvanan y retroalimentan constantemente; y más aún, que el tratamiento de éstos como esferas diferenciadas son ineficientes para el análisis.

La personalización del vínculo con el Estado constituye una dimensión clave de la acción política, así lo explicita Manzano (2013), y con esta idea produce su análisis sobre los modos de disputar, demandar, negociar, y concertar con las autoridades gubernamentales. Siguiendo esta premisa, podemos comprender las distintas escalas así como dimensiones que el Estado va tomando en el marco de esta problemática en particular, y cómo va adquiriendo dimensiones porosas, desdibujadas y fluidas. Dependiendo de dónde se mire, el Estado puede visualizarse como un interlocutor de demandas; como un producto que se personaliza en diferentes agentes gubernamentales: la policía reprimiendo, por ejemplo; o bien el gobernador situando como enemigo al Estado nacional, pero a la vez pidiéndole intervención de Gendarmería nacional para poner paños fríos al conflicto. A su vez, aparece el Estado encarnado en la vice presidenta, aunque por vía twitter, instando al gobernador a cesar con las detenciones arbitrarias y la represión, como también la ONU y la OEA. Poniendo de manifiesto nuevos modos de hacer Estado, invocando a organismos no gubernamentales que parecieran encarnar una función que disputa la autoridad estatal, en donde la modalidad virtual se visualizó preponderantemente.

Las movilizaciones lograron concretar grandes cortes de rutas, marchas y concentraciones con una audiencia que iba en alzada, integrando felizmente -desde mi punto de vista- cada vez a más sectores. Este mayor involucramiento parecía ir  engordando la idea de que se trataba de acciones “a-políticas”, “sin pretensiones partidarias”, cómo escuché decir en mi andar cotidiano durante la última semana.

Incluso, podíamos ver en distintos medios de comunicación a muchas personas que declaraban haberlo votado a Morales, pero que sin embargo, en ese momento aclamaban por su renuncia, marcando constantemente su condición de autoconvocados. Lejos de legitimar la acción política, considero que estas premisas generan un efecto deslegitimador de las luchas sociales y acciones políticas, generando divisiones arbitrarias entre acciones “políticas” y acciones “a-políticas”, como si todo proceso de lucha y movilización no fuese político en sí mismo.

Se vislumbra, entonces, un movimiento dialéctico orientado a construir espacios desde y contra la intervención Estatal. Esto nos ayuda a desplazar la concepción del Estado como entidad fija, esencial coherente abstracta y reificada, para dar cuenta de los procesos históricos y culturales que definen cuáles prácticas se encuentran en el Estado y cuáles por fuera. Así, los discursos que incansablemente delineaban las ideas de “A nosotros, no nos envía nadie”, “A nosotros nos convoca el cansancio; tenemos un gobernador que no nos representa”;Aquí no hay piqueteros, somos autoconvocados”, generaron un trazado referencial de quienes “no estaban haciendo política” en lo que parecía delinear pureza y con ello, aceptación común y mayor legitimación.

Texto escrito por María Pilar Velazquez.
Lic. en Antropología-UNC. Doctoranda en Cs. Antropológicas.
Foto: Susi Maresca.

  • BIBLIOGRAFÍA
  • Manzano, V. (2013). Tramitar y movilizar: etnografía de modalidades de acción política en el Gran Buenos Aires (Argentina). Papeles de trabajo-Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural, (25), 0-0.
  • Moreira, M. F. (2016). El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos Aires (una antropología de la política vivida). Julieta Quirós. Editorial Antropofagia. 295 pp., 2011. Cartografías del Sur Revista de Ciencias Artes y Tecnología, (3).
  • Quirós, J. (2011). El porqué de los que van. Peronistas y piqueteros en el Gran Buenos Aires (una antropología de la política vivida). Buenos Aires, Argentina. Editorial Antropofagia
  • Schavelzon, S. (2007). El gestionismo y el politicismo en el Estado: el caso de dos estilos de gobierno en la comisión municipal de la Vivienda de la ciudad de Buenos Aires. Campos-Revista de Antropologia, 8(2), 41-63.}
  • Vommaro, G., & Quirós, J. (2011). «Usted vino por su propia decisión»: repensar el clientelismo en clave etnográfica. Desacatos, (36), 65-84.
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